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Revista Mad. No.1. Septiembre 1999. Departamento de Antropología. Universidad de Chile
http://www.facso.uchile.cl/publicaciones/mad/01/paper03.htm
Desarrollo, Seguridad y Riesgo: La amenaza fantasma, o de lo que no se dice
Pablo C. Olivos Jara

"La cuestión de los niveles aceptables de riesgo forma parte de la cuestión de los niveles aceptables de vida y de los niveles aceptables de moralidad y decencia; y no se puede hablar con seriedad del aspecto del riesgo mientras se evita la tarea de analizar el sistema cultural en el que se han formado los otros niveles". (Douglas, 1996, p.127)

Introducción

El año 1998 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó su informe sobre el desarrollo humano en nuestro país. Dicho informe, tras un profundo análisis cualitativo y cuantitativo, logró identificar elementos importantes a la base de las brechas sociales presentes en los problemas de desigualdad en la distribución de los bienes (y de las oportunidades a su acceso) en nuestra sociedad.

En el presente trabajo se expone una revisión de los constructos teóricos a la base de dicho informe, las que consideran el concepto de desarrollo humano y seguridad, a la luz de otras concepciones de desarrollo.

Luego se describen los principales resultados del informe, con la intención de analizar el tratamiento operacional del concepto de seguridad humana, elemento fundamental de este informe.

Posteriormente, tras la formulación de la crítica fundamental sobre la que versa este trabajo, se hace una análisis del concepto de riesgo desde la perspectiva desarrollada por Mary Douglas, destacando el papel de la modernidad como gestora de niveles de riesgo aceptables y de la percepción de equidad y los planes morales vitales, como articuladores de la estructura cultural fundamental para la aceptabilidad de determinados riesgos, así como de otros factores psicosociales.

El Concepto de Desarrollo Humano y de Seguridad

A partir de un análisis de los cambios socio-políticos y económicos registrados durante los últimos años, se estableció el importante papel que juegan los elementos de la cotidianeidad en los cambios de los modos de vida de las personas y en como experimentan, en su entramado social y personal, dichos cambios. En otras palabras, cobra valor como elemento diagnóstico de los procesos de cambio, la (inter)subjetividad de las personas, su cotidianeidad y, en definitiva, sus modos de vida.

De esta forma, los objetivos del informe de desarrollo humano aquí comentado (PNUD, 1998), buscan comprender el sentido y orientación de la modernización en marcha y su impacto en la vida cotidiana de la gente y su sociabilidad, es decir, que es "lo que sienten, viven y piensan los chilenos y las chilenas frente a los cambios que se desarrollan en el país" (p.15).

Para el logro de este objetivo de trabajo, se definió Desarrollo humano como el proceso de ampliación de la gama de oportunidades de que dispone la gente, y la Seguridad Humana como la posibilidad que ellos tienen de ejercer esas opciones en forma segura y libre, y que pueden confiar en que las oportunidades que tienen hoy no desaparecerán totalmente mañana. Estas definiciones sitúan las problemáticas sociales que amenazan la expresión de desarrollo y de seguridad, en el campo de los riesgos sociales (que más adelante será analizado).

El marco teórico a partir del cual surgen estos conceptos corresponde al esquema representado en la figura Nº1.

Figura Nº1
Tensiones Presentes en el Proceso de la Modernidad

Modernización Diferenciación Integración Social
| | |
Subjetividad Individualidad Integración Sistémica

La convergencia de estos elementos en la modernidad, da como resultado tres tipos de conflicto. El primero entre la modernización, entendida como expansión del cálculo medios-fines a los diversos campos de la vida social, y la subjetividad, correspondiente a la personalidad individual y sus pautas socioculturales y su sociabilidad cotidiana.

Otro conflicto corresponde al que se presenta entre una diferenciación de los distintos campos sociales y el desarrollo de la individualidad en sus múltiples modalidades.

Por último, se señala una tercera fuente de conflicto entre la integración social, basada en los valores y las normas sociales que cohesionan a los sujetos en tanto identidades colectivas, y una integración sistémica, que incorpora a las personas a las lógicas internas del sistema político, económico y cultural.

A partir de este sistema de tensiones es que se estructura la red de oportunidades y amenazas que dan origen al concepto de seguridad humana del informe, descubriendo, con los resultados que más adelante serán expuestos, que Chile manifiesta una tendencia a la modernización y un déficit en cuanto a integración social, generando las desconfianzas que se interpretan como índice de inseguridad humana.

Siguiendo esta línea, una sociedad desarrollada sería aquella que brinde indicadores aceptables de seguridad entre sus habitantes, en una relación equilibrada entre oportunidades y posibilidades de acceso a ellas, es decir oportunidades de integración, además de un factor perceptual de confianza en los mecanismos para lograr dicho equilibrio. Pero la primera pregunta que surge es si estos elementos son suficientes para dar cuenta de algo llamado desarrollo humano. Es cierto que se ha hecho un esfuerzo, bastante bien logrado, por incorporar variables subjetivas al concepto de desarrollo que se trata, sin embargo, quedan fuera algunos elementos que incluso podríamos encontrar en otras definiciones de desarrollo que han cobrado popularidad durante los últimos años en nuestro país.

Así por ejemplo, la ley de bases del medio ambiente (CONAMA, 1997) define el Desarrollo Sustentable como "el proceso de mejoramiento sostenido y equitativo de la calidad de vida de las personas, fundado en medidas apropiadas de conservación y protección del medio ambiente, de manera de no comprometer las expectativas de las generaciones futuras" (p.2).

De este modo, ambos conceptos están elaborados desde puntos de vista diferentes y con objetivos muy distintos. Se puede ver que mientras el concepto de desarrollo humano hace referencia a los modos de vida de las personas, desde un punto de vista eminentemente descriptivo, el de desarrollo sustentable se refiere a la calidad de vida de las personas, desde un punto de vista eminentemente aplicado o interventor. Mientras el concepto de desarrollo humano esta diseñado para la descripción de los niveles de desarrollo de la población y de sus amenazas, traducidas en factores de seguridad según la participación en las condiciones de bienestar logradas a partir del progreso socioeconómico del país, el de desarrollo sustentable esta diseñado para el planeamiento de estrategias de mejoramiento de la calidad de vida de las personas a través de la reducción de amenazas, traducidas en factores de riesgo medioambientales, fruto también de los logros en materia de producción y desarrollo económico.

Sin embargo, se pueden reconocer algunos elementos comunes a la base de ambos conceptos de desarrollo, que los vuelven interesantes para el análisis crítico del concepto de seguridad, que más adelante será abordado. En primer lugar, y como es característico de los modelos de desarrollo de las últimas décadas, trasciende los conceptos centrados solamente en el crecimiento económico para incorporar un factor de desarrollo social, que considera a las personas en su dimensión comunitaria como víctimas y beneficiados de los procesos de cambio socioeconómico. No obstante, al referirse a factores (inter)subjetivos, el concepto de desarrollo sustentable se concentra en el tema de las necesidades de las personas, mientras que el de desarrollo humano en sus expectativas.

En segundo lugar, ambos vuelven esta dimensión humana una variable dependiente respecto de factores externos al individuo, las que pueden estar afectando su calidad de vida o sus modos de vida, según la definición de que se trate. Me refiero al medio ambiente y los riesgos físicos a los que son expuestas las personas, y a los mecanismos de acceso a las oportunidades (y la existencia misma de dichas oportunidades) que los cambios socioeconómicos imponen a las personas.

En tercer y último lugar, ambos conceptos reconocen la importancia del factor temporal como proyección del concepto de desarrollo del que se trate. Sin embargo, mientras el desarrollo sustentable se refiere a una proyección temporal de largo plazo, que contempla las posibilidades de sustentabilidad en el uso de los recursos a las generaciones venideras, el desarrollo humano se refiere a una proyección inmediata, pero más que nada para dar cuenta de la sensación actual de seguridad o confianza que las personas manifiestan respecto de su acceso a las oportunidades en un futuro más bien cercano.

Tabla Nº1
Cuadro Comparativo entre los Conceptos de Desarrollo Sustentable y Desarrollo Humano

Puntos de Comparación Desarrollo Sustentable Desarrollo Humano
Orientación a las Personas Calidad de vida Modos de vida
Amenazas para el Desarrollo Riesgos ambientales Ausencia de oportunidades y percepciones de inseguridad
Intencionalidad Interventora Descriptiva

Pero, ¿son realmente comparables ambos conceptos? La verdad es que, a la luz del análisis recién planteado, ambos conceptos aluden a dimensiones del desarrollo distintas y a objetivos de tratamiento, de dicho desarrollo, también diferentes. No obstante, hay un punto de convergencia que a mi juicio debe complementar la definición de desarrollo de ambos conceptos y que justamente por su falta de complementariedad en cada uno de ellos, refleja un tratamiento marginal de la participación de las personas en el concepto de desarrollo de que se trate.

Así, mientras que a través del concepto de desarrollo sustentable se podría hacer un esfuerzo por plantear un análisis descriptivo del comportamiento de las personas con su medio ambiente, refiriéndose así a las conductas, percepciones y por sobre todo a los valores presentes en los hábitos (1) y la relación "hombre entorno", a través del concepto de desarrollo humano podría hacerse una referencia a los elementos que puedan hablar de una calidad de vida, además de una descripción de los modos de vida de las personas. Este último punto implica una reflexión no solo acerca de las amenazas por las que se les pregunta a las personas, sino también, por las que ellas mismas están describiendo a la hora de hablar de inseguridades.

Pero tampoco, como veremos, este complemento es suficiente para dar cuenta de un concepto de desarrollo humano. Los investigadores a cargo del informe del PNUD exploraron a través de grupos de discusión (opinión evaluativa de las personas respecto de su seguridad general) los factores subjetivos para establecer las dimensiones de seguridad e inseguridad, a la base sus expectativas de acceso a las oportunidades que el progreso socioeconómico promete, en otras palabras, la promesa de "participar en la fiesta de la modernidad". Esto demuestra un claro intento por definir una variable a partir del propio discurso de las personas. Sin embargo, quedan fuera de discusión aquellos elementos que, atentando contra la calidad de vida de la gente, son aceptados por la comunidad. Es decir, aquellas amenazas o riesgos que son socialmente aceptados y cuyos efectos se hacen notar en las cifras negras del crecimiento económico, aquellas cifras que también son indicadores de las trágicas diferencias entre las oportunidades brindadas por el crecimiento económico y los accesos de las personas a dichos beneficios. El precio de la entrada a una fiesta a la que llegamos de paracaidistas y en la que además caímos mal parados.

Pero antes de entrar de lleno en el análisis del concepto de riesgo aceptable socialmente, hay que hacer una revisión de los principales resultados del informe del PNUD, para tener una idea de los indicadores a partir de los cuales se reconoce un nivel de desarrollo humano y un nivel de seguridad humana, que nos sitúan en un nuevo ranking del desarrollo internacional.

Los Resultados

El diagnóstico central logrado a través del estudio concluye, resumidamente, que la seguridad humana en Chile, más allá de los considerables éxitos sociales y económicos obtenidos, no tendría un nivel satisfactorio y se encontraría desigualmente distribuida.

Estas conclusiones surgen a partir de la coexistencia entre los logros o avances en materia de proyectos gubernamentales para el mejoramiento de la seguridad humana y los grados significativos de desconfianza en las relaciones interpersonales y las relaciones con el sistema de salud, previsión, educación y trabajo.

Se declara una brecha importante entre los logros objetivos y la percepción subjetiva de las personas, producto de fallas en la complementariedad entre los sistemas funcionales y la gente. Es más, algunos datos reflejan una relación inversa entre el aumento en las oportunidades objetivas de mejora y la percepción subjetiva de seguridad, lo que da aun más cuenta de un distanciamiento entre ambas dimensiones, producto de factores de seguridad subjetivos.

Se descubrieron tres tipos de temores en el discurso de las personas: el temor al otro, que se remite a la desconfianza del otro, debido al debilitamiento del vínculo social, del sentimiento de comunidad y de la noción de orden; el temor a la exclusión social, relativo al sentido de pertenencia; y un temor al sin sentido, relativo a la pérdida de las certidumbres que ordenan el mundo de la vida cotidiana.

Respecto de los sistemas funcionales, la gente se siente insegura de encontrar empleo, no esta convencida que la actual educación asegure el futuro de sus hijos (es decir, que sea un mecanismo de progresión social), tampoco confía en poder costear una atención médica oportuna y de buena calidad, y teme no tener ingresos suficientes para vivir adecuadamente en la vejez (PNUD, 1998).

Es en relación a estos ámbitos que la personas sienten inseguridades respecto de sus redes sociales de apoyo. En este sentido, muestran poca confianza en la ayuda potencial que recibirían si se enfrentan con problemas de tipo económico, salud, afectivo y trabajo, aun cuando cuentan con algún tipo de red primaria. La percepción de confianza en la ayuda que puedan entregar quienes no pertenecen a las redes primarias es bastante escasa, manifestándose también un debilitamiento en elementos claves de las relaciones interpersonales tales como la tolerancia y la confianza. No obstante, estos datos no deben interpretarse necesariamente como una sensación de insatisfacción o infelicidad (Buttazzoni, 1998), ya que más de la mitad de los encuestados se sienten satisfechos hasta ahora con sus vidas.

Se encontraron algunas diferencias entre distintos grupos, que podrían denominarse de riesgo. Al respecto llaman la atención los resultados relativos al nivel educacional, ya que independientemente de cuán segura se sienta la gente en relación a las dimensiones antes descritas, en general, a medida que aumenta el nivel educacional, aumentan los niveles de seguridad, tanto en el acceso objetivo a los mecanismos de seguridad como en la percepción que se tiene de ellos como reductores de incertidumbre. Así, mientras más años de estudio continuado tenga la persona, más favorable será su percepción respecto de la sociabilidad, la previsión, la salud, el trabajo y su acceso a la información. No obstante, cuando se refiere a la delincuencia -los niveles de ocurrencia, el temor a la agresión y la eficacia percibida del sistema judicial- la relación se invierte, siendo el grupo de "los más educados" aquellos que más inseguridad perciben (Lehmann, 1998).

Estos son solo algunos de los resultados obtenidos por el estudio. A partir de ellos es posible observar, como es que el concepto de seguridad alude a percepciones respecto de la estabilidad en determinadas áreas de la vida cotidiana, relativas al acceso a ciertos servicios que indicarían el nivel de desarrollo humano de la comunidad. Esta percepción de seguridad estaría fundamentada en las declaraciones manifiestas de un grupo de encuestados respecto de la confianza percibida en los otros y en la estructura funcional del país. Riesgo, en este caso, correspondería a poseer una percepción más bien insegura de esas condiciones, además de la posibilidad real de no tener acceso a los medios objetivos de seguridad, es decir, no tener oportunidades.

Pero ¿Qué sucede, por ejemplo, con aquellos problemas de salud pública que no aparecen en el discurso de los encuestados y que son causa de graves problemas en la calidad de vida de las personas?, ¿Acaso eso no corresponde al desarrollo humano?, ¿Se trata entonces de dar respuesta sólo a los problemas sobre los cuales la gente reclama?

Pongamos un ejemplo. El aumento del parque automotriz también es efecto de la veloz expansión de la economía nacional y sus efectos en las tendencias manifiestas en el consumo privado (Sunkel, 1996). La demanda de automóviles privados aumenta al ritmo del 12% anual, lo que no solo incrementa los problemas de contaminación y congestión, sino además, las cifras de muertos por accidentes de tránsito -que incluye tanto a peatones como a conductores-, mermando la calidad de vida de la ciudadanía. Además de ser éste un problema de desarrollo sustentable (cuando nos referimos a contaminación y congestión), ¿Es un problema de desarrollo humano?, ¿Afecta la calidad de vida de las personas?, ¿Ha cambiado los modos de vida de las personas?

Claramente aquí estamos hablando de otra naturaleza de riesgos, que han quedado fuera de análisis en el informe de desarrollo humano, porque la gente no los menciona en los grupos de discusión y probablemente nunca los mencionen, si forman parte de lo que se conoce como riesgos aceptables.

Riesgos Sociales

El problema que trata este trabajo queda entonces planteado: ¿Basta hablar de seguridad para el desarrollo humano, a partir solamente de los riesgos o amenazas que la gente declara? ¿Qué pasa con aquellos riesgos que, provocando graves consecuencias en la calidad de vida de las personas, son aceptados por los grupos sociales y, por lo tanto, no son declarados?

El tema parte de los cuestionamientos al proceso social que determina la modernidad. El escepticismo en los beneficios y consecuencias que promueve, además de los cambios que provoca, han desencantado a muchas personas respecto de las promesas de este modelo de cambio (González, 1998), "esta sensación que todo va demasiado rápido y que nos ‘enajena’ de lo sustancial y de lo seguro, es una parte importante de [sus] efectos" (p.43).

La modernidad va creando desencantos y desconfianzas, como lo señala el informe de desarrollo humano. Estas desconfianzas obedecen a riesgos que van más allá de las amenazas físicas inmediatas, incluyendo riesgos producto de amenazas sociales de estabilidad, según la participación de las personas en el sistema de bienes y servicios transados en el mercado o relativamente disponibles a través de subvenciones (de los que ya se ha dado cuenta en los resultados del informe). Sin embargo, al mismo tiempo que la modernidad es fuente de inseguridades, va creando respuestas a esas incertidumbres. Así, surgen concepciones de seguridad construidas culturalmente, a partir del discurso científico u otras convenciones sociales. La cultura vende seguridades y la sociedad las compra, validándolas y legitimándolas.

Lo que el informe del PNUD trata entonces, es acerca de la actitud de las personas referida a que ya no compran el cuento que se les vende (2). Sin embargo, hay un conjunto de cambios impuestos por la modernidad que han encontrado su validación a través de otros mecanismos. Nos expone a consecuencias que constituyen riesgos pero éstos, en lugar de ser negados o enfrentados, son asimilados por la sociedad. Son considerados una forma normal de expresión de los cambios, con los que hay que vivir y a los que hay que adaptarse.

Siguiendo a Mary Douglas (1996), quien realiza una profunda reflexión acerca de la aceptabilidad del riesgo, éstos serían un producto cultural, en estrecha relación con la vida cotidiana y con los símbolos y rituales, como elementos básicos de construcción de la experiencia social. Joan Bestard, comentando a Douglas, lo señala: "las nociones de riesgo no están basadas en razones prácticas o en juicios empíricos. Son nociones construidas culturalmente que enfatizan algunos aspectos del peligro e ignoran otros. Se crea, así, una cultura del riesgo que varía según la posición social de los actores" (Douglas, 1996, p.11).

La modernidad nos ha forzado a adoptar determinadas actitudes hacia la vida, aceptando responsabilidades y asumiendo, como mencioné recientemente, ciertos riesgos "normales" (3), por así decirlo. Los profesionales del riesgo, se dedican a la operacionalización de este factor, para realizar una estimación del grado de conveniencia que tiene el exponerse o no a ellos. Esto obedece a una forma de ver el proceso de toma de decisiones en el individuo, respecto al riesgo, que corresponde a un análisis racional de costos y beneficios en la situación implicada. Sin embargo, la relación de los individuos con los peligros y las decisiones que toman ante determinados riesgos, se condice más con ideas de moral y de justicia que con ideas probabilistas de costos y beneficios en la aceptación de riesgos. En otras palabras, la elección o aceptación de determinado tipo de riesgos habla más del tipo de sociedad en la que vive y desea vivir un individuo que de sus estimaciones probabilistas. Si lo analizamos, por ejemplo, desde el punto de vista psicométrico, sólo es posible usar los costos dentro de un esquema fijo de evaluaciones, mientras que el riesgo aceptable toca los principios mismos de la evaluación, es decir, la cultura.

Así, por ejemplo, algunos elementos que destaca Douglas en el proceso de percepción de riesgos tienen que ver con la equidad, es decir, con ideas acerca de la justicia. La distribución de riesgos sería solo un reflejo de la distribución de poder y posición social en la sociedad actual. De esta forma, la percepción de la equidad dependería del medio en el que se viva. Un medio altamente atributivo, en el que no hay oportunidades de ascenso personal y donde las expectativas provienen de la negociación colectiva, se verá más bien como una equidad por igualdad, en cambio, una sociedad el la que las personas disponen de oportunidades de promoción social, genera una percepción de la equidad como premio. Este sería uno de los factores que marginarían a los pobres al grupo de riesgo de la sociedad.

Otro factor cultural determinante de la aceptabilidad de los riesgo, tiene que ver con el proyecto moral de vida de las personas. Al considerar quién quiere llegar a ser, el mecanismo racionalmente elaborado a través del cual quiere llegar a serlo, los riegos que sabe debe correr para lograrlo y la expectativa de su muerte al final de su plan vital (4), el individuo elabora un presupuesto de riesgo privado. Se genera entonces un "fondo común de riesgo" (Douglas, 1996, p.38) al que cada uno hecha mano cuando con su conducta expone a otros a ciertos peligros. Las normas sociales de responsabilidad mutua, juicio y retribución sancionarían la conducta de aquellos individuos que, intentando obtener más beneficios a través de determinadas conductas, exponen a los demás a más riesgos de los que se expone él mismo al ejecutarla. Por lo tanto, los límites de la aceptabilidad de los riesgos estarían determinados socialmente por juicios morales, los que serían la expresión de los valores defendidos por una sociedad en un tiempo y espacio determinados. Por lo tanto, como señala la autora, nos enfrentaríamos a distintos modos de aceptabilidad de los riesgos si nos referimos a una sociedad fundamentada en una filosofía utilitarista (que exige el mayor bien para el mayor número), un sistema utilitario (donde el bienestar se mide por el bienestar de la persona peor parada en dicha sociedad) o uno elitista (que mide el bienestar de la sociedad por el bienestar del individuo mejor parado) (5), considerando que el tipo de sociedad estaría determinado por "la solidez de los compromisos del grupo y el grado de diferenciación social" (p.39).

La autora tampoco deja de lado las explicaciones que desde la psicología se han intentado dar al problema, pero denuncia el marcado sesgo psicologisista, para dar cabida a una concepción que incorpora la dimensión cultural y valórica en la selección de riesgos sociales y personales. Así destaca el valor explicativo, entre otras tesis, de la teoría de la inmunidad subjetiva, la teoría de la atribución y los procesos cognitivos referidos a la heurística.

Respecto de la inmunidad subjetiva, destaca que existe una estrecha relación entre los riesgos aceptados por las personas y la familiaridad que éstas tienen con aquellos. Así, se tendería a ignorar los peligros cotidianos más comunes y a restar importancia a los peligros más infrecuentes y de baja probabilidad. Por lo tanto, la relación entre familiaridad y aceptabilidad de los riesgos describirían una relación en forma de una U invertida (n ). La explicación de la evolución de las conductas sociales determinadas por este modelo, puede lograse a través de la reflexión sobre las fuentes sociales de la confianza y los efectos benéficos de la sobre-confianza para la humanidad.

Cuando se refiere al análisis de la cuestión del riesgo aceptable, desde la perspectiva de la teoría de la atribución, centra su atención en el tema de la asignación de responsabilidades o identificación de culpas respecto de las consecuencias de algunas decisiones. Primero esta la distinción de si las causas son naturales o humanas. Luego, de ser humana, viene la asignación de responsabilidades y las reacciones o juicios que emitirán sobre el o los culpables, la que estará influida por el prejuicio hacia el agente causal, la percepción de intencionalidad y el posible beneficio que éste pueda estar obteniendo a costa de los afectados. En este sentido, la teoría de la atribución habla del juicio moral de la sociedad afectada hacia determinados agentes de riesgo, expresando así los valores a los que se adscriben y, por lo tanto, los elementos que marcarían los límites que están dispuestos a tolerar. Sin embargo, Douglas sostiene que esta teoría presta poca atención al entrenamiento social que selecciona y refuerza determinadas actitudes de inculpación, debido a que no se han establecido pautas sobre cómo considerar sistemáticamente los valores generados en el entorno social.

El último elemento configurador de los grados de aceptabilidad de los riesgos, que destacaré de la obra de Mary Douglas, corresponde a un procedimiento simplificador de la enseñanza y el aprendizaje de problemas complejos. Las heurísticas son convenciones compartidas dentro de una comunidad, que permiten resolver problemas de coordinación. "No sólo ayudan a valorar el riesgo, sino que capacitan a cada miembro de la comunidad para predecir lo que los otros harán en un contexto dado" (Douglas, 1996, p.124). Sin embargo, funcionan por simplificación y por lo tanto, son fuente de distorsiones respecto de la realidad a la que se remiten. Aun así, poseen un valor importantísimo como clarificadoras de opciones y establecedora de expectativas, creando "cierta pronosticabilidad y haciendo posible un acuerdo sobre valores culturales" (p.125).

De este modo, la explicación relativa a la aceptabilidad de los riesgos puede estar develando un tema ausente en la descripción de las inseguridades de la población chilena, que reporta el informe del PNUD. Así, ya sea por efectos de la búsqueda de inmunidad subjetiva, por estilos atribucionales bastante bien domesticados, o por procesamientos de informaciones muy eficientes (tal vez reflejo del proceso modernizador en el que se vive), hay un bagaje cultural que no esta siendo reportado por el informe y que hace crisis en la vida cotidiana cuando hablamos del número de muertos por accidentes de tránsito, de los niveles de estrés de la población, y porque no decirlo también, de la crisis económica mundial.

Comentarios

Hoy nos encontramos en pleno rostro con procesos enajenadores de modernización sin modernidad. Tomemos, como ejemplo más a la mano, el caso de los cobradores automático, prontos a debutar en nuestro ya caótico sistema de transporte. Tres grandes argumentos se da a los usuarios para generar una actitud positiva hacia estos nuevos hijos de la modernización: el transporte en micro será ahora más seguro, ya que el chofer podrá prestar atención solo a la conducción, sin distraerse con todos los estímulos que genera el cobro del pasaje; será más sencillo, porque solo se tendrá que "tirar" las monedas en la máquina y luego retirar el boleto; por último, contaremos con una tecnología presente en el sistema de locomoción colectiva de los países más avanzados (desarrollados).

Realmente saltan a la vista, para los que usamos regularmente este medio de transporte, algunas dudas respecto de la maravilla que se nos ha vendido. En primer lugar, puede que el transporte se vuelva más seguro por la atención que el chofer prestará a la tarea de conducir, pero ¿qué sucederá ahora que los asaltantes no podrán robarle el dinero al chofer?. Me gustaría pensar en una solución más bien modernista y que subirán con sopletes a arrancar la máquina y llevársela, pero lo más probable es que nos encontremos con el secuestro de la micro completa, con todos sus pasajeros adentro, como es habitual en otros países latino americanos.

Por otra parte, la sencillez prometida no asume el periodo de marcha blanca, en el que será frecuente ver a señoras que suban a pagar con un billete y tengan que bajar, generando colas para subir al autobús, o trabajadores que apresurados correrán al frente de la micro para bajar, descubriendo indignados que ahora el descenso será por atrás.

Y, respecto de la alta tecnología aplicada, que nos pondría en un sitial privilegiado en materia de transporte urbano, en comparación con países desarrollados, dudo que en Suecia hayan "sapos" que estén avisando a los choferes el tiempo al que van unos de otros, o que en Alemania el chofer gane por boleto cortado. Hay toda una cultura del trabajo del transporte colectivo que implica un complejo tramado de oficios y sistemas de refuerzo, que son los que nos han llevado a tener el sistema de transporte que tenemos, con todos sus defectos y virtudes. Dudo que se haya hecho un estudio detallado de estas tramas culturales antes de ejecutar el proyecto. Dudo que un análisis de las seguridades humanas, vulneradas con la aplicación de esta medida, haya sido considerada a la hora de hacer las licitaciones en materia de cobradores.

El sistema de transporte necesita cambios, pero esos debieran contemplar la cultura creada en torno a este trabajo y las inseguridades y riesgos que las intervenciones en esta área generan. No obstante, el enfoque del PNUD, además de no considerarse en este caso particular, adolecería (de haberse hecho) de una dimensión fundamental que explique el mantenimiento, hasta hoy, de un sistema laboral tan injusto y arriesgado. Lo que se ha destacado respecto de la aceptabilidad de los riesgos.

El sesgo en la atención a factores de riesgo generales, obedece tal vez a que la atención se ha centrado en los macro-efectos de los procesos de la modernidad, es decir, a un intento por generar indicadores que permitan establecer un punto de comparación con las grandes economías del planeta y así tener oportunidad de entrar en un diálogo de cooperación con aquellas. De ahí la intención de operacionalizar el desarrollo a través de indicadores de estándares de vida, en lugar de tratar temas relativos a la individualidad, los procesos de equidad social y la diversidad.

El informe del PNUD logra incorporar un elemento relativo a la dimensión subjetiva de la modernidad. Sin embargo, su perspectiva está matizada por el sesgo social imperante, que la misma modernidad ha impuesto. Ya lo mencionaba Fischhoff y otros (1980, en Douglas, 1996) al referirse a los intentos por investigar el tema de la aceptabilidad de los riesgos: "la elección de un método es una decisión política que conlleva un mensaje específico sobre quién debería mandar y qué debería tener importancia" (p.35). Así, el conocimiento logrado sobre la percepción del riesgo, es el resultado de la elección de determinados métodos para su estudio.

El análisis planteado pretende entonces dar cabida a la percepción de factores amenazantes derivados directamente del discurso de los implicados. Este enfoque tiene la ventaja de partir desde los sujetos, lo que podría equiparase con un enfoque constructivista, que considera el punto de vista del observador, en este caso de los actores de la obra de la modernidad, como un material insustituible de análisis. Sin embargo, he aquí un nuevo sesgo, ya que las personas hablan desde lo social y por lo tanto son incapaces de notar el lugar desde el cual hablan (y del que también son hablados), es su punto ciego. Por lo tanto, es imposible estudiar lo social desde fuera de lo social (es decir reduciéndolo a percepciones individuales conscientes, cuando hablamos de fenómenos velados para el individuo).

Hay un intento, desde las ciencias sociales, de dar un vuelco a la forma en que habían sido tratados estos temas. Este enfoque surge como resultado del estudio sobre la distinciones con que operamos en la vida cotidiana, desarrollado por Mary Douglas, donde se destaca el papel de los valores sociales como configuradores de un orden moral, que se transmite a la vida de cada miembro de la sociedad. Este punto de vista critica el tradicional enfoque del análisis de la aceptabilidad de los riesgos que la consideraban una función de la evaluación costo-beneficio que realizaría el sujeto, al más puro estilo toma de decisiones. Así, cobra importancia el análisis de las probabilidades de ocurrencia y la evaluación de sus consecuencias.

Sin embargo, no se trata de negar completamente el tema de las probabilidades ya que la estructura de la sociedad y su base moral forman parte del análisis probabilista. Como menciona la misma Douglas (1996), "el riesgo se ha reincorporado ahora en el análisis de decisiones, pues se hace que la utilidad esperada dependa del atractivo de una determinada combinación de probabilidades y valores" (p.77). Lo que deja aun más claro que los juicios probablistas aprendidos a través de ciertas instituciones, están fuertemente ligados a la cultura.

Entonces, en el enfoque planteado por el PNUD hay riesgos que no se mencionan, probablemente porque son parte de los riesgos aceptados por las personas. Con menor razón se hace una reflexión respecto del por qué son aceptados. La tesis de Douglas incorpora la aceptabilidad del riesgo, pero no se refiere a la inconsciencia del mismo, salvo a través del concepto de inmunidad subjetiva, con el cual se sostiene que prestamos atención a aquellos riesgos que nos molestan o que aparecen como novedosos, pasando por alto aquellos que nos son familiares, con los que convivimos diariamente, o aquellos que son infrecuentes o poco probables.

Otra crítica que se puede plantear corresponde a una observación respecto del enfoque psicométrico. Resulta ser una ilusión, para algunos evaluadores del riesgo, pensar que pueden sumar las preferencias de los individuos para dar, objetivamente, con la preferencia de toda la gente. Se vuelve necesario entonces, a la luz de la discusión sobre la construcción cultural de la aceptabilidad de los riesgos, realizar investigaciones que estudien la relación entre los procesos sociales y los valores compartidos.

Por último, se han planteado dos posibles soluciones al desencuentro entre las personas y la modernidad. En primer lugar González (1998) destaca la importancia de construir y reforzar ciudadanías, las que permitirían dar sentido a las modernizaciones, entendidas como procesos instrumentales sin rostros. Corresponde a un esfuerzo por realizar proyectos culturales con "humanidad visible en personas concretas" (p.47), lo que lleva el tema del desarrollo más allá de la preocupación por la descripción de los modos de vida, sino que además, a ocuparse del tema de la calidad de vida.

Por otra parte, Lehmann (1998) destaca el papel de la educación como una herramienta reductora de la inseguridad de la gente. Sin embargo, ella parte de los mismos supuestos del informe del PNUD, por lo que hereda el mismo sesgo. Su apuesta es a más educación para los chilenos y de mejor calidad, pero lo que demuestra el estudio es que el grupo de personas más educado posee mejores niveles de seguridad debido no solo a su percepción, sino que también, a las oportunidades reales de acceso a los beneficios por los que se les preguntó. En este sentido, que los más educados estén fuera de los grupos de riesgo, no implica que no se expongan a determinado grupo de riesgos. Probablemente su propio plan moral de vida los ha llevado a la posición social que ocupan, lo que exige un análisis más profundo para concluir que ellos poseen un nivel de desarrollo humano más alto que los demás.

En definitiva, los intentos por estimar un nivel de desarrollo humano han sido exitosos al incorporar un dimensión subjetiva en la percepción de seguridades respecto de la estructura funcional del país. Sin embargo, este enfoque de seguridad deja fuera un conjunto de amenazas o riesgos no declarados que son fuente de catástrofes o problemas, que merman la calidad de vida de los ciudadanos.

Volviendo al ejemplo con el que comencé esta sección, si se hubiera aplicado el enfoque del desarrollo humano al estudio de la política de mejoramiento del sistema de transporte público en Santiago, nos habríamos encontrado con toda una dimensión subjetiva de las seguridades e inseguridades asociadas al trabajo de los choferes y probablemente, a la red de oficios ligados a ellos. Pero hubieran quedado fuera de análisis los elementos de aceptabilidad de determinados riesgos que han hecho posible hasta ahora, que un gran grupo de personas acepte trabajar en esas condiciones y, lo que es más sorprendente aun, que sobrevivan.

Un enfoque desde la construcción y reforzamiento de ciudadanías permitiría resaltar el papel de los propios choferes en este proceso de modernización del transporte público, promovido como una modernización para ellos, pero sin ellos. Desde el enfoque de la educación, se vuelve importante el tema de la capacitación de los choferes de la locomoción colectiva, sobre todo si pensamos en la reconversión de aquellos conductores que serán despedidos producto del ajuste de las inversiones hechas en materia tecnológica, o de la caída de "los sueldos mensuales", producto de la desaparición de los "recortes" y el enlentecimiento de la circulación vial.

Sin embargo, no se puede seguir especulando más sin saber cuál es el grado de seguridad percibida por estos trabajadores y a qué riesgos están dispuestos a someterse para lograr dicho nivel.

Referencias

Buttazzoni, L. (1998). Sociabilidad y confianza en Chile. Puntos de Referencia. Mayo, nº198. Centro de Estudios Públicos.

CONAMA, (1997). Ley de bases del medio ambiente. Chile: Comisión Nacional del Medio Ambiente.

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Notas

  1. Como lo plantea Osvaldo Sunkel (1996) en su análisis de la sustentabilidad ambiental del crecimiento económico chileno, a través del consumo privado y el energético.
  2. No es meta de este trabajo referirse a los logros objetivos del gobierno en materia de salud, educación, empleo, etc. Sin embargo, debemos reconocer que un política social sostenida en el entramado de redes inmediatas de apoyo, libera muchas responsabilidades en materia de superación de la pobreza y de inseguridades. Las redes sociales funcionan, pero la seguridad del acceso a los bienes y servicios no debiera depender tanto de ello.
  3. Tampoco se hará referencia aquí a los riesgos que la sociedad ha validado a través de prácticas institucionalizadas como el deporte, sin embargo, es preciso señalar que Douglas sostiene, haciendo un análisis cultural de la aceptación de los riesgos, que los individuos con ocupaciones que exigen correr riesgos deberían buscar refuerzo en sus ocupaciones de ocio.
  4. Este punto es muy importante. Se puede ejemplificar en los típicos comentarios que se escuchan cuando una persona se expone, de manera aparentemente innecesaria, a determinados riesgos: "total... de algo hay que morirse".
  5. Este punto invita a una reflexión sobre el concepto de ingreso per cápita, que actualmente se emplea como indicador del desarrollo.

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