Cinta de Moebio
Revista de Epistemología de Ciencias Sociales
ISSN 0717-554X

Números Publicados
Cinta de Moebio
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Esbozos para una Epistemología de los Sujetos y Movimientos Sociales

Martín Retamozo (martin.retamozo@gmail.com). Universidad Nacional de La Plata (Argentina)

 

Abstract

This article presents a reflection and an epistemological proposal for the research of collective subjects and social movements. The work proposes a journey from questions of ontology, critical epistemology, towards the construction of methodological views for the study of social subjects. The article advances in a proposal centered at the same time in the notion of collective subjectivity that tries to contribute to the overcoming of difficulties presented in the paradigms for social movements research, powering the possibilities of a rigorous treatment of the topic, that with enough plasticity can give account of its complexity in the contemporary world and in Latin America in particular.

Key words: epistemology, subjects and social movements, social research methodology.

Resumen

Este artículo presenta una reflexión y una propuesta epistemológica para la investigación de los sujetos colectivos y los movimientos sociales. El trabajo propone un recorrido desde cuestiones de índole ontológica, pasando por la epistemología crítica, hacia la construcción de miradas metodológicas para el estudio de los sujetos sociales. El artículo avanza en una propuesta centrada en la noción de subjetividad colectiva que busca contribuir a la superación de dificultades presentadas en los paradigmas para la investigación de los movimientos sociales, potenciando las posibilidades de un tratamiento riguroso del tema, a la vez que con la suficiente plasticidad para dar cuenta de su complejidad en el mundo contemporáneo y en América Latina en particular.

Palabras claves: epistemología, sujetos y movimientos sociales, metodología de la investigación social.

Recibido el 11 Jun 2006

Aceptado el 23 Jul 2006

La ciencia es una estrategia, es una forma de atar la verdad que es algo más que materia, pues el misterio se oculta detrás (De Paso, Luís Eduardo Aute)

Introducción: repensar los sujetos sociales

Luego de una etapa del siglo XX dominada por distintas variantes teóricas del estructuralismo y el funcionalismo, por un lado, y de versiones epistemológicas del positivismo, por el otro, la tarea de enfocar la atención en las formas de construcción de conocimiento científico-social supone un desafío y un imperativo para el pensamiento social crítico. En particular, porque muchas de las ópticas propuestas para la investigación social tradicional implicaron, frecuentemente, la adopción de limitaciones al pensamiento y no instrumentos propios para su dirección y potencialidad heurística.

Una de las principales consecuencias a la que condujo este obstruccionismo epistémico fue el abandono del estudio de los sujetos colectivos, reabrir este campo al estudio supone atender a un desafío en esos dos planos: teórico y epistémico. Pero además, implica también un posicionamiento político sobre el lugar de las ciencias sociales contemporáneas en la producción de conocimiento y en la búsqueda de alternativas sociales. En este sentido, la urgencia de comprender los avatares que se suceden en los distintos rincones de América Latina, mas aún desde la perspectiva de los sujetos y movimientos sociales, no puede considerarse sólo un trabajo de contribuir al saber acumulado, sino que alcanza un nivel propio del saber político preocupado por el futuro de las sociedades en la región.

En esta perspectiva, la pregunta por las subjetividades colectivas y los movimientos sociales no sólo busca recuperar la perspectiva del sujeto frente a su aniquilación en visiones deterministas. Además supone avanzar, al menos, en tres planos. Primero en un tema clásico de la teoría sociológica al ofrecer una particular mirada a la relación entre estructura y acción (1). Segundo, porque desde la pregunta por los sujetos colectivos es posible pensar la conformación del orden social y su cambio. De esta manera, abordar las dimensiones de un sujeto supone encontrar aspectos que orientan en la comprensión de los procesos de constitución de las sociedades. Esto, porque es posible entender a los sujetos como “condensadores de historicidad” con potencialidades de futuro (Zemelman y Valencia 1990; Zemelman 1995 y 1997; León 1997). Tercero, avanzar desde un enfoque tematizador de la subjetividad colectiva puede brindarnos umbrales para salir de cierto atolladero (teórico y epistemológico) en el estudio de los movimientos sociales en la región. En este punto, los aportes de los llamados por J. L. Cohen (1985) paradigma orientado a la “identidad” (2) y paradigma orientado a la “estrategia” (3), como también el enfoque de los Nuevos Movimientos Sociales (4), deben ser sometidos a una profunda revisión para identificar sus potencialidades y limitaciones en el análisis de los casos particulares en América Latina. En este aspecto, una problematización del campo de la subjetividad colectiva y los sujetos sociales puede ofrecer perspectivas adecuadas para superar dificultades teóricas, pero fundamentalmente epistemológicas, en la comprensión de los movimientos sociales. Del mismo modo, esta mirada puede ayudar para trabajar de manera más rica los temas de acción colectiva que encuentran puntos ciegos, tanto en la pregunta por la conformación del sujeto involucrado, como por la implicancia de la acción en la subjetividad y el orden social.

En consecuencia, lo anterior nos obliga a una reflexión epistemológica a la altura de investigar las subjetividades colectivas, los sujetos y los movimientos sociales desde una perspectiva abierta a la complejidad y dinamismo del mundo social, a la vez que rigurosa y orientada hacia el conocimiento histórico-político. Esto instituye una relación entre epistemología y política al incluir una mirada que recupera la dimensión del porvenir como constitutivo del conocimiento histórico-político (Zemelman 1992). Así, el análisis de los sujetos sociales brinda la capacidad de pensar órdenes sociales futuros posibles-deseables (De la Garza 2001b).

El objetivo del presente trabajo es presentar un enfoque epistemológico para el estudio de las subjetividades, sujetos y movimientos sociales. De este modo procuraremos recuperar algunos de los debates que en el campo de estudio de los movimientos adquirieron mayor relevancia para proponer un enfoque integral que habilite mejores posiciones para la comprensión del fenómeno. El artículo, en lo que sigue, está estructurado de la siguiente manera. Primero haremos algunas referencias a los aspectos ontológicos y su relación con la concepción propuesta, allí ahondaremos sobre cuestiones pertinentes a la epistemología crítica, sus rupturas, ejes problemáticos y campos necesarios de desarrollar. La segunda sección la dedicaremos a tematizar la necesidad de reconsiderar la estructura de las teorías científicas en ciencias sociales para ponerlas en concordancia con la epistemología crítica. La tercera sección está orientada hacia el avance en una concepción que, argumentamos, ayuda a construir programas de investigación sobre los movimientos sociales: la perspectiva de la subjetividad colectiva. En el cuarto apartado avanzamos en el debate de la conformación de una perspectiva metodológica congruente con la ontología y la epistemología de los sujetos sociales propuesta. La quinta parte está dedicada al aspecto más concreto de la perspectiva presentada, allí se esbozan aspectos para la construcción de instrumentos de investigación social de acuerdo al enfoque en cuestión. Finalmente, a modo de cierre, recuperamos lo expuesto para plantear campos de reflexión relevantes para superar el obstruccionismo epistemológico vigente.

Ontología y epistemología crítica para el estudio de los sujetos sociales

Como sostiene Charles Taylor (1997), muchos de los equívocos que aparecen en los debates actuales de la teoría social se originan por confusiones en el plano ontológico. Anthony Giddens (1995), desde una perspectiva diferente pero con la misma preocupación, defiende la idea de la imperiosa necesidad de pensar una ontología social para las propuestas que buscan dar cuenta de la constitución del orden social, su mantenimiento y su transformación. Si bien no podemos detenernos con detalles en asuntos de índole ontológica, es preciso reparar en la importancia de incorporar una concepción en este plano que favorezca la investigación de los sujetos sociales. La disquisición filosófica en el ámbito de las ciencias sociales no tiene un fundamento meramente erudito, por el contrario tiene una incidencia práctica fundamental al brindar bases sólidas para la investigación social. Esto no quiere decir que cada investigación tenga que iniciar con explicitaciones ontológicas, sino que recuperar en el contexto de producción claridad en este punto permitiría mejores perspectivas para la actividad investigativa como coherencia a la hora de presentar resultados propios del quehacer científico. En este punto los enfoques más lúcidos del pensamiento social han contribuido con notables avances, frecuentemente descuidados, para situar aspectos de ontología social. Las lecturas de la Escuela de Frankfurt, las elaboraciones hemenéuticas (Heidegger, Ricoeur), Foucault, las reflexiones de Lefort y Castoriadis, los aportes del postestructuralismo, Derridá, Laclau, Badiou, Ranciere, y en nuestro medio la filosofía de la liberación de Enrique Dussel y la perspectiva epistemológica zemelmaniana, son algunos de los aportes que es necesario recuperar desde una perspectiva sintética y creativa. Avanzar en este aspecto es una tarea de construcción de lugares y formas para investigar los procesos socio-históricos en América Latina.

En general es necesario recuperar, y hacer presente, rupturas que se sitúan en el plano ontológico. En particular, para el estudio de los procesos socio-históricos que involucran a sujetos y movimientos es básico apartarse de las versiones positivistas que sostienen implícitamente un realismo ontológico ingenuo (5). Es decir, como primer paso a la investigación, es imprescindible reemplazar una visión que supone aproblemáticamente la existencia de un mundo dado, exterior al sujeto (objetiva) y factible de una explicación mensurable y legaliforme, por una concepción que incorpore la construcción, la contingencia, el movimiento y la productividad de los sujetos sociales en cuanto al orden social. El constructivismo puede incorporar un nivel ontológico que se vincula al supuesto de la heterogeneidad e infinitud de lo social (Laclau 1990 y 2005) y a la idea de que el mundo social es un proceso nunca acabado de construcción (Lefort 1991), que en otro registro intelectual han elaborado estos autores.

Esta primera ruptura permite poner en cuestión consideración de lo real como un dato objetivo, exterior e independiente del sujeto, mientras abre la posibilidad de considerar que la dinámica del mundo social no puede comprenderse si no se lo considera como una construcción social (Berger y Luckmann 1968, Searle 1997) que requiere de un esfuerzo de pensamiento y una tarea epistemológica acorde a esa totalidad (De la Garza 1988, Zemelman 1987b:9-10, 1987c:54-55, 1992) que no se copia miméticamente en el pensamiento, pero que puede reconstruirse a partir de una intervención intelectual, racional aprehensiva. Concebir la realidad social en su carácter procesal (en movimiento), contingente, condensando historicidad (pasado-presente-futuro), como una multiplicidad de temporalidades, como un campo embebido de poder y sin fundamentos trascendentes, nos sitúa, creemos, en mejores condiciones para una reconstrucción del proceso histórico.

Este es uno de los pilares fundamentales de una epistemología crítica: virar ontológicamente desde una noción de “realidad” estática, mensurable y objetiva hacia la concepción de realidad en movimiento (De la Garza 1988, Zemelman 1987, 1992 y 1997), donde el devenir histórico no está determinado sino que es una resultante de diferentes procesos en que tanto los sujetos como las estructuras tienen un lugar.

Dadas las características del objeto de investigación, hay algunas de las consideraciones ontológicas antes expuestas que adquieren especial relevancia. La primera es el lugar de los sujetos en la producción de la historia. Deleuze (Hardt 2004) identifica en Spinoza los comienzos de una verdadera ontología materialista que se atreve a incorporar la indeterminación en su noción de objetividad. Más allá del apego al texto, lo que nos interesa aquí es remarcar la necesidad (y las dificultades) de una noción ontológica del proceso social que recupere el lugar de la creación humana y cómo esta idea puede aprovecharse en el nivel epistemológico. Evidentemente la inclusión de los sujetos sociales y su productividad no puede incorporarse desde un lugar histórico incondicionado (que recaería en formas del voluntarismo), sino en la factibilidad de indagar en las formas históricas de construcción del presente y las potencialidades del presente para pensar los horizontes futuros. Este primer aspecto ontológico tiene una correspondencia en la relevancia epistemológica de los sujetos sociales. El segundo eje ontológico que nos interesa señalar es la consideración sobre la multitemporalidad de la realidad social y su impacto en el estudio de los sujetos sociales capaces de acción colectiva como son los movimientos. Aquí es destacable el no perder de vista que en los momentos de investigación es posible situarse en esas coordenadas espacio-temporales  específicas. Por ejemplo, la temporalidad construida en una acción directa de protesta es radicalmente distinta a la que opera en una asamblea de una organización o un curso de formación. Es precisamente aquí donde se requiere, si se pretende reconstruir la dinámica de un movimiento social, elaborar mejores herramientas para investigar, algo que es indisociable de las técnicas con las que se realiza la tarea. No se trata de elegir entre un arsenal de recetas enumeradas, sino de trabajar en el diseño de los propios instrumentos específicos para los casos históricos concretos que se pretende comprender. Lo anterior nos sirve para mostrar que la dimensión ontológica se involucra con el nivel metodológico a través de lo epistemológico. Por lo tanto si pretendemos hacer ciencia social desde esta perspectiva, es necesario construir puentes que permitan transitar desde la ontología hacia la epistemología, la metodología y las técnicas. En otro registro, se trata de plantear las posibilidades de recorridos y amarres entre filosofía, teoría y sociología política para integrarlas en perspectivas densas y multidimensionales de investigación. Lo anterior nos conduce directamente a la necesidad de elaborar enfoques integrales, multi, inter y transdisciplinarios que no sean la suma de cada disciplina sino que apuntes a horizontes de enriquecimiento superador, construyendo prismas móviles para la investigación social comprometida, seria y de calidad.

De esta manera se justifica nuestra preocupación por la conformación de los sujetos sociales, en especial por la concepción que este enfoque crítico tiene de los mismos en tanto producto-productores de la sociedad y el status que les concede como condensadores-constructores de historia permite situarlos en un lugar privilegiado de estudio. La necesidad de investigar procesos contemporáneos que se conjugan en tiempos dado-dándose nos obliga a trascender el ámbito teórico explicativo para situarnos en un contexto de conocimiento histórico-político (Zemelman 1992). De este modo, el estudio del presente dándose como en el caso de los sujetos sociales contemporáneos nos enfrenta con lo actual y las potencialidades de futuro no “captables” (pensables) por medio de sistemas hipotéticos-deductivos, ni sujetos a una contrastación “clásica” (6). Esto supone que el esfuerzo de investigación se ancla en la reconstrucción teórica a partir de lo concreto y que, en un proceso de abstracción, pueda considerar relaciones y posibles historicidades de los mecanismos de constitución de sujetos y subjetividades. Para pensar la realidad multidimensional, compleja y en movimiento, la manera de investigación tiene que tener la capacidad de ser móvil y adaptable. En efecto, la epistemología crítica busca la aprehensión problematizadora como forma de reconstruir y abordar los procesos sociales que nos permiten encontrar sentidos y las potencialidades del dado-dándose (7). Pero además enfoca su atención, especialmente, en la construcción de sujetos sociales capaces de acción transformadora de la historia (De la Garza 2001b:118).

Esta preocupación por el horizonte futuro en la práctica científico-social conlleva una ruptura de la epistemología crítica con respecto al positivismo, en especial en lo que refiere al tratamiento del interés y los valores en la praxis de investigación. A diferencia de un interés técnico-instrumental, la epistemología crítica se interesa por “la transformación de la realidad, pero no cualquiera o como simple observación del cambio, sino aquella que siendo deseable sea viable para constituir un mundo mejor para todos” (De la Garza 2001b:110). En tal sentido, introduce una dimensión normativa vinculada a las potencialidades del futuro (8). Más allá de que le llamemos la introducción de la dimensión utópica (Zemalman 1992) o la búsqueda de la eutopía, o, con Deleuze, la actualización de las confabulaciones (Hardt 2004), lo cierto es que la epistemología crítica concibe la dimensión del futuro como horizonte relevante en la práctica científica social. La epistemología crítica abandona el interés por el control y la predicción y lo sitúa en una búsqueda de conocimiento emancipatorio (Habermas 1995). Por lo tanto, introduce aspectos normativos y valores en lugar de la pretendida neutralidad del científico postulada por el positivismo. Así, siguiendo a Zemelman esta concepción crítica concibe que “conocer constituye cada vez más un arma de la lucha para imponer y consolidar opciones que sean las puertas de entrada para hacer de la historia un espacio de gestación de proyectos” (1992:9). La idea del conocimiento, la investigación y la ciencia como un elemento político es central para la epistemología crítica. Esto se sitúa en concordancia con nuestra preocupación por los sujetos sociales: en tanto éstos hacen la historia, la aproximación a su constitución es una forma de entrada al proceso social (la reconstrucción de la totalidad), su constitución y su cambio. Para ello es necesario revisar las concepciones de teorías sociales, tanto las que dominan como las que son necesarias en una orientación signada por la crítica.

Nuevas formas de teorías

La complejidad del desafío de pensar los sujetos sociales tiene un correlato en la necesidad de reconsiderar las formas y los modos de hacer teoría social en perspectiva de investigación empírica. En efecto, es imprescindible avanzar una nueva manera de concebir la manera de hacer teoría que pueda funcionar como alternativa al sistema axiomático conocido y en una nueva función en la investigación social. De este modo, la teoría podría dejar de ser un esquema cerrado escindido que se “aplica” en un caso concreto para ser parte misma de la tarea de la investigación en ciencia social. Esto supone poner en cuestión dicotomías heredadas del positivismo como niveles de lenguaje (algo advertido por Carnap) y el problema de los observables/inobservbles, a la vez de rever la vinculación ontología-teoría-epistemología-metodología-técnicas.

Esta preocupación por elaborar nuevas formas de teoría llevó a Enrique de la Garza a proponer el concepto de teoría como configuración (De la Garza 2001b) que avanza en la consideración del esquema teórico como una red o árbol en cuyo centro se ubican los conceptos vertebrales, lógicamente más consistentes pero que en sus ramificaciones puede aceptar discontinuidades. Esta concepción, por ejemplo, propone retomar la idea de un continium entre “observables e inobservables” considerando niveles de abstracción diferentes (De la Garza 2001b). Concebir la teoría como una configuración nos habilita para abandonar formas estándares vinculados a sistemas axiomáticos deductivos rígidos y proponer nuevas articulaciones, incorporando diferentes niveles de lenguajes y claridad en los conceptos. Por lo tanto, permite una investigación mucho más plástica que se reconfigure en el mismo proceso (algo fundamental cuando nos ocupamos de realizar reconstrucciones de sentidos de grupos sociales involucrados en acciones colectivas, como veremos luego). Esta visión abre la posibilidad de que el proceso de investigación empírica reconfigure aspectos teóricos, contribuya a replanteos en diferentes niveles (desde ontológicos hasta metodológicos y técnicos).

En definitiva de lo que se trata es de poner en cuestión la omnipresencia del sistema axiomático (hipotético-deductivo) que conlleva el diseño de investigación que privilegian lo explicativo por sobre lo comprensivo.

La perspectiva de la subjetividad para el estudio de los movimientos sociales

Hasta aquí hemos expuesto sucintamente algunos ejes que son importantes atender para avanzar sobre el obstruccionismo epistémico imperante. Luego de los breves recorridos ontológicos y epistemológicos, y de haber defendido la relevancia en esta perspectiva del estudio de los sujetos sociales, es tiempo de profundizar nuestra preocupación por los modos de abordar este fenómeno para construirlo en objeto de investigación. En este punto sostenemos que en la investigación particular de los sujetos y movimientos sociales es imperioso volver sobre una teoría de la subjetividad colectiva involucrada en la construcción del sujeto social. En este plano, una noción de subjetividad colectiva puede permitirnos construir formas de investigación de ese campo fundamental para la acción colectiva que se vincula a la producción de identidades colectivas, demandas sociales, proyectos históricos, formas de acción, etc. Si bien no podemos explayarnos con el debido detenimiento en la concepción de subjetividad que particularmente hemos construido para estudios de casos (Retamozo 2006), es posible avanzar sobre algunas cuestiones básicas que pueden servir de horizonte en una reflexión exhaustiva sobre una teoría de los sujetos sociales.

Una cuestión fundamental, en este sentido, es de índole de enfoque: no confundir niveles de análisis, que en este caso supone distinguir movimientos sociales, de sujetos sociales, de subjetividad colectiva, de subjetividad individual, de organización del movimiento, etc. Como ejemplo de lo anterior proponemos tratar a continuación una tríada conceptual que tiende a confundirse en los estudios sociales (subjetividad colectiva, sujeto social y movimiento social); precisarlos con claridad analítica es un paso importante en mejores lugares para pensar los procesos de movilización social y acción colectiva.

La idea de subjetividad colectiva la retomamos a partir de los trabajos de Enrique de la Garza (2001), quien propone la idea de estudiar las configuraciones subjetivas para dar sentido. En otras palabras, la subjetividad colectiva es pensada como un proceso de dotar de sentido a situaciones compartidas a partir de movilizar códigos que pueden provenir de diferentes campos (cognitivo, emotivo, ético, estético). Esto lleva a dos preocupaciones factibles de ser estudiadas empíricamente. Por un lado, las formas en que se construyen esos sentidos y, por otro, las maneras de conformar sentido (articulación de códigos discursivos) y de operar en el razonamiento cotidiano. El primero se vincula al concepto de cultura como un proceso de acumulación, sedimentación, y disputa por sentidos. Evidentemente esto tiene una referencia en Gramsci (1977) y su noción de hegemonía, puesto que desde esa perspectiva es posible estudiar los modos de dominación simbólica e ideológica, al mismo tiempo que las resistencias, en especial al reconstruir procesos históricos para el estudio del presente. En efecto, una noción de cultura que admita sentidos dominantes (pero también la persistencia de estratos semánticos subalternos), conllevará una mejor ubicación para pensar la construcción de discursos y acciones tendientes a poner en cuestión el orden social a partir de un estudio histórico-social de las subjetividades subalternas. El segundo campo a estudiar en la subjetividad involucrada en el movimiento social está compuesto por las formas de articular los códigos provenientes de la cultura y la producción de razonamientos que pueden tener como conclusión algo propio del silogismo práctico aristotélico: la acción. En este punto es preciso señalar que no necesariamente el procedimiento de razonamiento que habilita la acción debe respetar criterios lógico-formales; antes bien su origen y validación procede de una multiplicidad de mecanismos presentes en el sentido común.

Aquí se destacan dos cuestiones: en primer lugar que la configuración de la subjetividad colectiva es altamente móvil y puede ser pensada con altos grados de contingencia, además la articulación de códigos provenientes de diferentes campos produce una resemantización del conjunto, a la manera de los elementos del discurso. En otras palabras, los códigos no son cerrados, si no que se modifican al ser movilizados juntos con otros por su carácter indexal (9). Esto nos lleva a otro de los ejes importantes para el estudio de las subjetividades: los modos del razonamiento en la vida cotidiana. En efecto, la vuelta al mundo de la vida (o los mundos) supone un desplazamiento teórico que la hermenéutica, la fenomenología y el interaccionismo comparten (10). En este caso es importante recuperar los aportes de Alfred Schütz y Agnes Heller, quienes desarrollaron importantes categorías para estudiar las formas de razonamiento en la vida cotidiana y la construcción de los sentidos comunes como la idea de tipificación (Schütz y Luckmann 1997:35), analogía o hipergeneralización (Heller 2002).

Esto en cuanto el estudio de las subjetividades colectivas. Ahora bien, nuestra preocupación rebasa la atención por éstas y se enfocan en los sujetos sociales. Aquí la misma etimología de sujeto (como traducción moderna del hypokéimenon griego) nos orienta en los lugares donde establecer la distinción entre las subjetividades colectivas y los sujetos sociales. La conformación de un sujeto, si recuperamos la tradición filosófica, sugiere la permanencia dinámica de una entidad. En el caso de los sujetos sociales, podemos referirlos a la persistencia de la movilización de estas subjetividades colectivas, la conformación de una memoria histórica y la constitución de una identidad. Con esto podemos avanzar en la detección de campos fértiles para el estudio empírico de los sujetos sociales a partir de su historicidad y su universo simbólico. En este punto reconstruir los sentidos colectivos aglutinantes, las miradas de autocomprensión y la elaboración de las alteridades son elementos de suma importancia y densidad epistemológica.

Ahora bien, es necesario destacar que en nuestra perspectiva no basta con la formación de un sujeto social para hablar de movimiento sociales. En este punto podríamos sintetizar que aunque todo movimiento social supone uno o varios sujetos sociales, es posible encontrar sujetos sociales sin capacidad de movilización. En efecto, urge como una de las tareas más acuciantes en la epistemología de los sujetos sociales el identificar aspectos, categorías, situaciones, cualidades y elementos que permitan pensar la relación de un sujeto con un movimiento social. Hugo Zemelman (1987a) profundiza el concepto gramsciano de “voluntad colectiva” con el fin de hacerlo de mayor operatividad para la investigación empírica y podemos incorporarlo como un ámbito clave para indagar tanto la capacidad de acción colectiva como sus alcances y limitaciones en la disputa por el horizonte de la sociedad. En tanto la voluntad colectiva remite a una “disposición para la acción” es un eje clave para la investigación de los movimientos sociales. Este momento estrechamente vinculado a la decisión, como señala Emilio de Ípola (2000), fue marginado por las teorías de la acción y resulta un avance recuperarlo. Además de la voluntad colectiva podemos señalar tres espacios analíticos importantes para el estudio de los sujetos sociales capaces de acción colectiva (los movimientos sociales) que involucran al plano de la subjetividad colectiva: el primero es la construcción de la “demanda social” (Laclau 2005) sobre la que se erigen y amalgaman otras demandas, el segundo son las formas de acción colectiva (repertorio según Tilly 1978) que los sujetos construyen para movilizarse y articular la protesta social, el tercero es el proyecto (perspectiva de futuro) que los sujetos elaboran como forma de imaginar un horizonte diferente al presente. Estos tres tópicos son centrales y sumamente densos para la investigación social, no obstante es necesario pensar las dificultades metodológicas devenidas de identificar estos espacios como centrales en la investigación de los movimientos sociales (11).

Notas metodológicas para el estudio de los sujetos y movimientos sociales

Como una forma de aportar al debate y sin pretensión alguna de clausurar senderos de indagación propondremos, seguidamente, un conjunto de ejes, temáticas y perspectivas metodológicas que pueden contribuir a repensar formas de investigar los movimientos sociales. El primer punto es una búsqueda de concordancia entre las concepciones epistemológicas sustentadas (basadas en aspectos de índole ontológica) y las metodologías (e incluso las técnicas propuestas). En este punto consideramos que la investigación de los sujetos sociales puede lograr mejores posiciones de investigación si se articula dos corrientes: por un lado, el constructivismo y por otro, la hermenéutica.

Ambas corrientes sustentan lo dicho en términos ontológicos: la relevancia del mundo social como una compleja producción humana y los aspectos de la subjetividad colectiva vinculados al sentido. En efecto, del constructivismo algunas cosas ya se han señalado, nos basta con insistir en la idea de la sociedad como una producción constante en que intervienen los sujetos en situaciones en diferente grado condicionadas por factores estructurales múltiples. De la corriente hermenéutica, por su parte, es posible retomar la relevancia de poner el acento en la construcción social de la realidad y cómo la propia práctica científica supone una construcción del objeto como realidad social (construcción sujeta tensiones y siempre problemática). Esta idea, en el plano epistemológico, nos acerca al problema de la “doble hermenéutica”. Es decir, si el mundo humano contiene una producción social de significados y el mundo de la vida es el espacio de esa producción (y reproducción); necesariamente quién se proponga construir conocimiento se verá inmerso en ese mundo y como parte de la intersubjetividad en un espacio interpretados antes por otros (científicos y legos). Esto se vincula, a su vez, con la necesidad de atener a la incorporación de distintos tipos de lenguajes en el transcurso de la investigación, desde los lógico-formales, incluyendo un lenguaje científico-social, hasta el propio lenguaje de la vida cotidiana a los que nos hemos referido antes. En este plano, la posición que estamos esbozando es concordante con la idea hermenéutica básica en el plano que nos compete: que la realidad social (que se construye) es un plexo de significados y que una de las tareas de las ciencias sociales (que no las agota) es interpretar un mundo que está interpretado por los sujetos a partir de procesos de “dar sentido”.

Esta incorporación de la hermenéutica es concordante con la proposición de privilegiar la reconstrucción sobre la explicación, pero la reconstrucción aprehensiva tiene complejidades para superar la necesaria fase de la “descripción articulada”. Para ello se requiere de una tarea orientada a considerar tanto las potencialidades del proceso histórico como sus limitaciones. Lo anterior es indisociable de un movimiento dialéctico del pensamiento (concreto-abstracto-concreto) orientado a la formación de nuevos conceptos y búsqueda de interpretaciones alternativas (Zemelman 1992:217). Esto conduce a que la atención del investigador se concentre en la observación de lo concreto (que nunca, claro, es pura) y luego al momento de la articulación de lo fragmentario en una unidad abstracta que postula relaciones, sentidos y significados que construye (produce) la reconstrucción de lo concreto articulado (12), para luego avanzar nuevamente en la mirada de la realidad histórico-social. Así, puede entenderse que la propuesta epistemológica se sitúa en un proceso de construcción-reconstrucción de la teoría como el eje articulador del proceso de investigación que conjuga hermenéutica con dialéctica.

Ahora bien, para ser coherentes con la concepción ontológica y epistemológica que hemos expuesto acerca de un mundo social construido y una realidad en movimiento, es necesario reflejar estos aspectos en la metodología utilizada en la investigación. Las estrategias y esquemas metodológicos deben ser acordes a una forma de pensar los procesos sociales de manera abierta y a la vez rigurosa que permite desbloquear el análisis de los sujetos (Zemelman 1995:15). Es decir, es preciso contribuir a una forma de aproximarnos a nuestro objeto construido sin atarnos a postulados que impidan una reconstrucción de los complejos procesos sociales, a la vez permita someternos a la competencia intersubjetiva. Ese desafío es relevante puesto que la construcción metodológica ha sido, frecuentemente, descuidada en opciones críticas de pensamiento social, con lo que el diseño del instrumental para trabajo de campo no fue suficientemente desarrollado. No obstante, tanto la metodología como las técnicas e instrumentos particulares de trabajo para construir datos e información son un espacio clave para la investigación social crítica. Lo que sigue no pretende ser un recetario de metodología. Por el contrario supone apenas unas orientaciones particulares tendientes a abrir el debate en el ámbito de la metodología en el estudio de las subjetividades colectivas, los sujetos y los movimientos sociales desde esta perspectiva.

Con lo dicho hasta aquí resulta evidente que el campo de los sentidos socialmente construidos se constituye en un ámbito de investigación relevante para estudiar las subjetividades sociales. Asimismo, emerge la importancia de indagar en las formas en que los sujetos colectivos se construyen a partir de articular subjetividades colectivas, en particular aquellas que permiten la acción y habilitan la concreción de movimientos sociales. En esta línea, para enfocar la atención en los sentidos construidos socialmente para conseguir la acción colectiva y analizar las potencialidades que estos tienen en lo que se refiere al orden social, son necesarios diseños metodológicos orientados a reconstruir esos complejos procesos de dar sentido mentando subjetivamente (Weber 1980, Schütz 1995:82). Un campo que resulta fértil para el estudio debe recuperar los aportes de distintas vertientes que sustentaron, básicamente, técnicas de investigación cualitativas. Para una observación-reconstrucción de las configuraciones subjetivas-colectivas es destacable el intento por articular y complementar un andamiaje metodológico construido sobre dos concepciones:

(a) Por un lado, a partir del rescate de las preocupaciones del interaccionismo simbólico, el cual ha defendido que los sentidos se realizan (actualizan) en la interacción en un devenir asociado a la conformación de la intersubletividad. Por lo tanto, no habría posibilidad de concebir sentidos propios de la conciencia (en tanto esta sería de algún modo “inaccesible”) y la forma de acceder a ellos se ubica en las interacciones sociales fácticas. De este modo, para que un sentido se convierta en “social”, debe darse en la interacción y como forma intersubjetiva. De esta condición es necesario construir “observables” en el propio trabajo de campo. Aquí resaltan como principales tareas la observación sistemática y la interpretación de las situaciones, acciones, interacciones, discursos, formas dialógicas, expresiones corporales, debates, formas de movilización con el objeto de construir indicadores (en tanto signos reconocibles). Estos signos-indicadores no son necesariamente unívocos ni factibles de cuantificar (aunque como tarea de investigación es posible precisarlos y cuantificarlos), pero nos permitirán realizar las interpretaciones (atribuciones de sentido por el investigador a partir de interpretar el signo).

(b) Por otro lado, algunas corrientes han defendido la capacidad de reflexividad de los sujetos, en tanto dotados de conciencia estos pueden dar cuenta de sus propios actos y motivaciones, aunque estas sean mediadas por juegos de olvido/memoria, represión, articulación, resemantización, etc. Si la posición desde el interaccionismo tiene como cómplice metodológico a la observación, el reconocimiento de la conciencia viene amarrado a la entrevista (en sus distintas variantes de acuerdo al caso) en torno a los sentidos atribuidos por los sujetos (individuos y grupos). Este elemento agrega una particular mirada para indagar en los diferentes significados mentados a situaciones particulares en la búsqueda de una reconstrucción de los procesos de dar sentido.

En efecto, el cruce de técnicas en el trabajo de campo es fundamental como forma de iluminar diferentes aspectos del proceso histórico objetivado. En efecto, por un lado mediante observación es posible realizar reconstrucciones de los sentidos a partir de los signos (creación, movilización, reproducción puestos en juego en las interacciones en espacios sociales). Mientras que, por otro lado, a través de diferentes técnicas de entrevistas es posible buscar una reconstrucción del sentido atribuido por los propios sujetos.

En este aspecto, es imprescindible construir técnicas particularmente móviles y posibles de reconfigurar, ajustar o de plano descartar en el transcurrir de la investigación. De este modo la tarea de campo debe sintonizarse a los postulados ontológicos de la contingencia y la apertura. Tanto las formas de observación (participante, no participante, etc.) como los lugares, tiempos, modos deben ser adecuados al problema de investigación y capaces de readaptarse en el transcurrir de la tarea de investigación. Las pautas y guiones pueden ayudar de mucho para sistematizar la información pero al tratar de estudiar sujetos y movimientos sociales es preciso poner en práctica una vigilancia etnográfica para identificar situaciones que puedan brindar material para una mejor comprensión. Algo similar sucede con las entrevistas. Es cierto que el prolijo trabajo de construcción de pautas y guiones de entrevistas (sean estas cerradas, abiertas, en profundidad, individuales, grupales, etc.) es una tarea importante en la investigación. Pero además, la flexibilidad en las entrevistas puede ofrecer mejores perspectivas, mediante la tarea de ajustar nuestros instrumentos de construcción de información.

Reflexiones finales: caminos abiertos y tareas pendientes

En este artículo hemos planteado una serie de asuntos que más que procurar cerrar el debate, propone ordenarlo desde una perspectiva particular y orientada hacia la construcción de una epistemología crítica para el estudio de los sujetos sociales. En el plano ontológico hemos argumentado sobre la necesidad de una profunda reflexión que incorpore los principales aportes en esta temática desde la filosofía política y la teoría social. La frecuente omisión y desatención a este ámbito ha conducido a aporías en la investigación de los sujetos y movimientos sociales que es necesario superar con un serio replanteo del tema. En este punto es imprescindible profundizar las reflexiones sobre ontología social y filosofía de la historia para un sustento más sólido de las investigaciones empíricas en un nuevo paradigma al situarlas en una perspectiva más abarcadora.

En lo que concierne al planteamiento de la epistemología crítica es imprescindible tematizar aspectos propios del quehacer científico-social desde esta perspectiva. Aspectos diversos como la formulación de teorías, la analítica del lenguaje, los procesos de validación, junto a las implicancias políticas de las teorías y las epistemologías son  temáticas que requieren de un esfuerzo intelectual por parte de los científicos sociales comprometidos en esta corriente.

Por su parte, la reflexión metodológica, en este marco conceptual requiere de la elaboración de programas conjuntos para elaborar andamiajes (acordes a las dimensiones ontológicas y epistemológicas) destinados a la comprensión de los sujetos sociales. Vinculado a lo anterior, encontramos como una de las tareas más determinantes es el trabajo sobre las estrategias, las técnicas y los instrumentos de investigación en el plano que nos ocupa para mejorar las posibilidades de realizar investigaciones empíricas.

El momento histórico de América Latina, por un lado, y de las ciencias sociales, por el otro, nos ubica en coordenadas propicias para una verdadera ruptura del obstruccionismo epistémico al que el agotamiento de algunos paradigmas, la extrapolación acrítica de otros y el dogmatismo en algunos casos nos han conducido en la investigación social latinoamericana. Asumiendo la tarea de realizar investigación social del presente en un horizonte de futuro y bajo el compromiso ético-político, es hora de retomar los mejores y más fructíferos caminos en la tarea de ubicar la preocupación del quehacer científico en consonancia con el pensar órdenes sociales alternativos, justos e igualitarios. Algunos intentos en este sentido se vienen desarrollando, avanzar en la conformación de una epistemología de los sujetos sociales, en tanto condensadores de historicidad y productores de historia, es una tarea urgente en este camino.

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Notas

(1) En este eje se juega la posibilidad del enfoque de superar la dualidad micro-macro y subjetivo-objetivo para integrarlos sintéticamente en la teoría.

(2) Especialmente se refiere a los trabajos de Alain Touraine (1978, 1987, 1997) y Alberto Melucci (1994 y 1999).

(3) En este paradigma se incluyen desde los trabajos de la “Teoría de la Movilización de Recursos” original de Mc Charty y Zald (1977), hasta trabajos más recientes enmarcados en preocupaciones por el llamado “proceso político” (Tilly 1978; Mc Adams 1994; Tarrow 1994).

(4) En esta corriente se destacan los trabajos de Claus Offe (1985 y 1988).

(5) Gan parte de la ciencia política positiv(ist)a contemporánea hace caso omiso al debate ontológico, de esta manera recaen en una naturalización del mundo social.

(6) Además las formas de validación del conocimiento rígidas del tipo “contrastación” funciona como un criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia que conduce a posiciones poco fructíferas. Con esto no descalificamos a priori formas de investigación de este tipo, como tampoco entradas eminentemente cuantitativas en la investigación social, por el contrario de lo que se trata es de construir en cada caso las mejores formas y categorías para pensar los problemas sociales y trabajar en sus soluciones. En un programa de investigación integral y multidisciplinario es factible conceder que habrá fases de trabajo más “duras” con base en métodos cuantitativos útiles para construir y sistematizar grandes caudales de información.

(7) Evidentemente la investigación puede dar con ciertas regularidades, pero éstas deben ser entendidas como potencias que se actualizan en la práctica social y que, por lo tanto en última instancia son contingencias.

(8) En tal perspectiva, uno de los problemas tiene que ver con la propia subjetividad del investigador que atribuye sentidos a las acciones de los sujetos. Si bien creemos que la atribución de sentido es constitutiva del orden social y que es necesario alejarse de las tesis realistas ingenuas que pretenden “dar cuenta de la realidad” con una idea isomórfica del conocimiento, también consideramos que es necesario mantener una alerta intelectual para abordar los fenómenos históricos con rigurosidad. Este aspecto conlleva un problema ético-político “cuidarse de no imponer interpretaciones particulares de la realidad que despiertan apetencias por un determinado futuro, pero que no se contienen ni siquiera potencialmente en el sujeto” (Zemelman 1997:23). Tal vez la noción de “vigilancia epistemológica” que ha desarrollado Bourdieu pueda prevenirnos contra la “sobreatribución de sentido” a partir de las expectativas que como sujeto tiene el investigador.

(9) Por ejemplo: quien observa un automovilista que se pasa un semáforo en rojo, moviliza para significar esa situación elementos cognitivos -el rojo como indicador de alto- y emotivos -indignación por la violación de una norma y el consiguiente peligro para el transeúnte. Ninguno de esos signos aislados alcanzan para producir un sentido particular a esa situación: el sentido es una producción de los códigos que se articulan y de las formas en que se lo hace.

(10) Autores como Melucci (1994 y 1999) han recuperado el espacio de la vida cotidiana como una de las claves para el estudio de los movimientos sociales. No obstante, la incorporación que proponemos del mundo de la vida se orienta en una dirección -aunque complementaria- algo diferente: la pregunta por la construcción de subjetividades con umbral de acción colectiva.

(11) Es evidente que muchos de los estudios empíricos sobre movimientos sociales han incorporado estas dimensiones. Para el caso de América Latina estos ámbitos son recurrentes y pueden rastrarse desde estudios clásicos promovidos por CLACSO y FLACSO en la década del ochenta (i.e. Calderón 1986) hasta los trabajos recientes (i.e. López Maya 1999), no obstante es difícil afirmar que existe una perspectiva teórica heurística para el estudio de los sujetos y movimientos sociales en América Latina.

(12) “La articulación busca reconstruir la situación concreta desde la perspectiva de un razonamiento que no obedece a relaciones teórico-hipotéticas, sino al supuesto epistemológico de que la realidad es una unidad compleja” (Zemelman 1992:231).


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