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s Información General

 

Gilberto Sánchez C.

Estado actual de las lenguas aborígenes de Chile *


Las lenguas aborígenes de América

En comparación con otros, nuestro continente posee un sinnúmero de lenguas, pertenecientes a muchas familias (o troncos). No pocas de ellas ya han desaparecido - y siguen desapareciendo en el presente - por los avatares de las conquistas y colonias; otras, no obstante, han logrado sobrevivir y muestran todavía considerable vitalidad, como, por ejemplo, el quechua, el guaraní, el nahuatl, y - creemos - pueden tener un futuro más promisorio. Ello porque, finalmente, han comenzado a ser reivindicadas.

La mayoría de las lenguas de América son tipológicamente (según su estructura morfológica) polisintéticas y aglutinantes, cuyas palabras equivalen a oraciones en lenguas indoeuropeas (ya sean romances, germánicas o eslavas, etc.). Las hay eufónicas, con fonemas agradables al oído; las hay más ásperas, con predominio de fonemas aspirados y/o glotalizados. Algunas poseen una estructura del todo regular y simétrica, como si un Zamenhof indígena las hubiera diseñado en un gabinete de estudio; otras agotan la paciencia y energía, por sus incontables excepciones a las reglas. Incluso existente, como en el Asia sudoriental, lenguas tonales. Todas estas lenguas son, desde luego, cabales, no "primitivas" y completamente aptas para una expedita comunicación entre sus usuarios. Son también expresión de las culturas que los indígenas han creado y desarrollado desde hace milenios, poniendo de manifiesto su Weltanschauung. Aun así,en sus propios espacios han sido lenguas dominadas, ancilares, al igual que sus hablantes.

Los juicios acerca de 1as lenguas de América han sido dispares. A menudo se las ha motejado de "primitivas", "bárbaras". Son dialectos, han dicho, o sea, informes, carentes de estructura. Sin embargo, los europeos ilustrados que las han conocido, directa o indirectamente, han emitido opiniones positivas acerca de ellas. Cabe citar, a propósito, a Alcide D'Orbigny, viajero y estudioso francés, que permaneció durante ocho años, a comienzos del siglo pasado, en la América del Sur. "Se ha supuesto en algunas ocasiones, por carencia de conocimientos positivos, que la mayoría de las lenguas americanas están poco extendidas, son groseras y carecen por completo de términos para expresar un pensamiento, una idea elevada o hasta una pasión; pero, en este aspecto, como en tantos otros, se está completamente equivocado. Si los quichuas y aymaraes civilizados tienen una lengua difundida, llenas de figuras elegantes, de ingenuas comparaciones y de poesía, sobre todo cuando se trata del amor, no es necesario que, aislados en el seno de los bosques salvajes o arrojados en medio de las llanuras sin límite, los pueblos cazadores, estén privados de las formas elegantes del lenguaje, de figuras ricas y variadas. Lo demuestran los numerosos vocabularios chiquitos... A medida que penetramos en el genio de las lenguas nos convencemos y más observamos que son, en general, extremadamente ricas y abundantes. Si se pudiera estudiar a fondo el guaraní, el quichua y el chiquito, como se estudia el griego y el latín, sería posible convencerse de ese hecho...." (D'Orbigny, 1944: 109-10). D'Orbigny fue estimulado por otro gran explorador y científico, Alexander von Humboldt, quien recolectó numerosas gramáticas y vocabularios de diferentes lenguas americanas, las cuales empleó su hermano Wilhelm en la elaboración de su teoría del lenguaje. Según este importante lingüista general, se cometería una gran injusticia con las lenguas de América al calificarlas de toscas y salvajes, aunque su estructura (Bau ) se diferencia de las perfectamente formadas como la sánscrita (1), la griega (von Humboldt, 1963:82). Ejemplificó, en sus escritos, con lenguas como el nahuatl, el guaraní y otras.

También extranjeros que han conocido en profundidad el mapuche lo han calificado positivamente. Así, por ejemplo, el misionero jesuita aleman Bernardo Havestadt expresó - con entusiasmo - en su obra Chilidúgu sive Res Chilenses...(Monasterii Westphaliae, 1777): "... y aunque de bárbaros, no solo no es bárbara, sino que es mucho mejor que otras lenguas. Así como los Andes sobrepasan a otras montañas, así también esta supera a otras lengnas hasta ta1 punto que, quien conoce a fondo el idioma chileno observa lejos de sí, como desde una atalaya, percibiendo clara y manifiestamente cuanto hay en ellas de superfluo, de cuantas cosas también carecen, etc., etc., etc., con cuanta razón se puede reconvenir al que no es chileno: Si tu lengua es buena, la lengua chilena es, sin embargo, más excelente". (Havestadt, 1883, I: Prólogo).

Otro alemán, el Dr. Rodolfo Lenz, se sintió atraído por el mapuche desde su arribo al país, a fines del siglo pasado, llegando a ser el pionero del estudio científico no solo de la lengua, sino también de aspectos de la cultura vinculados a ella. Desvirtuó, por ejemplo, la idea de que una lengua aborígen no es apta para realizar abstracciones. Su obra ha servido de estímulo y guía permanentes a estudiosos posteriores del tema, tanto laicos como religiosos.

Un mentís rotundo a quienes propalaron que las lenguas de América poseían léxicos rudimentarios - de apenas unas 300 palabras, según el profesor Max Müller, de la Universidad de Oxford - lo constituye el Diccionario yámana-inglés, del misionero anglicano Thomas Bridges, ¡ el cual contiene 32000 voces !

El destino de muchas lenguas aborígenes quedó sellado desde el momento mismo en que los conquistadores pusieron pie en el continente. Comenzó para ellas un proceso de extinción que todavía se prolonga. Pero, aunque muchas han desparecido (como, por ejemplo, entre otras, las habladas otrora en Cuba y Santo Domingo) siguen presentes en las lenguas europeas dominantes (españo1, portugués, etc.) - sobre todo en el plano léxico - y en la geografía del Nuevo Mundo.

Las lenguas aborígenes de Chile

A1 igual que otros países de América, el nuestro ha sido y es multilingüe, pero en menor proporción. En el presente sobreviven -en diferentes condiciones- solo cuatro en Chile continental (aymara, quechua, mapuche y kawesqar) y una no amerindia en la Isla de Pascua (rapanui); seis se han extinguido (chango, atacameño, diaguita , selk'nam, yagan y chono), algunas prácticamente sin dejar huellas.

Sobre la existencia de varias lenguas en el territorio informa, tempranamente, el cronista Gerónimo de Bibar (1558). Los valles de Atacama, Copiapó, Huasco, Coquimbo, Limarí y Combarbalá hasta el de Aconcagua poseían sus propias lenguas, no habiendo grandes diferencias entre algunas de ellas. Así, refiriéndose a los habitantes del valle de Huasco, expresa: "Estos yndios difieren de la lengua de Copiapo como byscainos e navarros" (Vibar, 1979:40) Es decir, presentaban diferencias dialectales no muy pronunciadas. Desgraciadamente, no quedaron documentadas.

Como consecuencia de la conquista incaica, el quechua era entendido en dichos valles. Por ello, según Vibar, cuando Pedro de Valdivia llegó al valle de Copiapó ordenó a la gente de a pie y a los yanaconas que hablaran en esa lengua a los aborígenes locales, los cuales huían ante la presencia de los españoles. "Luego el capitan de los yndios - escribe -, quando oyo la boz y entendio la lengua del Cuzco - puesto qu'es de la suya muy diferente, porque en toda la tierra y provincias de Indias cada XX y XXX leguas difieren los lenguajes - entendiola, porque avian tratado con yndios del Cuzco (porque tenian a las diez y ocho leguas del valle de Copiapo un pueblo ... de yndios del Cuzco), y como con ellos tratavan, entendia la lengua este capitan y otros muchos" (Vibar, op.cit.: 30).

Respecto del resto del territorio, el cronista da testimonio de la homogeneidad del lenguaje. Refiriéndose a la zona de Aconcagua escribe: "La lengua d'estos valles no difiere una de otra" (op.cit.:51). Los promaucaes, situados a siete leguas al sur de Santiago, por su parte, "son de la lengua y traxe de los de Mapocho" ( op.cit.: 165). La población que habitaba entre los ríos Itata y Toltén hablaba la misma lengua de la comarca de Santiago. Más al sur, los habitantes de Valdivia " difieren vn poco en la lengua a las demas provincias que tengo dichas" (op.cit.: 190). Por último, de la gente de la Isla de Chiloé afirma que "la lengua difiere vn poco " (op.cit.: 249).

De esa primera e importante crónica se infiere, pues, que, al iniciarse la conquista de nuestro país, había más diversidad idiomática en la zona norte y que, en la mayor parte del territorio conocido hasta entonces se hablaba una sola lengua, con pocas diferencias dialectales, lo cual fue corroborado posteriormente. De las lenguas de los valles del norte, mencionadas por Vibar, no ha sobrevivido ninguna. Tampoco la de los changos de la costa.

El aymara

El aymara pertenece a la familia lingüística jaqi y es hablado en Perú, Bolivia y Chile, por, al menos un millón y medio de personas. (2) La mayoría de los aymaras habita en Bolivia. Según, Cárdenas y Albó (1983:285) "la principal ciudad de lengua aymara es La Paz, donde aproximadamente un 40% de su población (640.000) habla aymara, llegando la proporción a más del 90% en algunos barrios". En la región andina solo es superada por el quechua, en cuanto a difusión territorial y número de hablantes (Cárdenas y Albó, op.cit.: 283). Tocante a los aymaras chilenos, su número sería de 30.000,según los autores citedos, y de 33.546, según el XV Censo Nacional de Población de 1982.

La lengua aymara es tipológicamente polisintética y aglutinante, de tendencia sufijadora, muy compleja, pero, a la vez, regular. Una sola palabra puede equivaler a una oración de las lenguas indoeuropeas que nos son familiares, por ejemplo: Aruskipasipxañanakasakipunirakispawa(3): "Ojalá haya siempre diálogo entre nosotros ".

Los aymaras chilenos residen en la 1a.y IIa. Regiones, en tres pisos ecológicos: en el altiplano (sobre 3800 m., localidades de Caquena, Parinacota, Visviri, etc.), en los valles y quebradas de la precordillera (desde 3800 m. hasta los valles de Lluta y Azapa, localidades de Socoroma, Belén, Tignamar, etc.) y en la costa (Arica, Iquique ), observándose, en los últimos tiempos, un aumento de los desplazamientos hacia ésta. Según Gonzalez (1990:10)" la costa aparece como un polo de atracción de los aymaras, en algunos casos terminal y en otros temporal". Este hecho ha producido un ostensible proceso de aculturación, el cual ha afectado al aymara: sus hablantes han comenzado a abandonarlo y están a doptando el español. Investigadores de Iquique aplicaron una encuesta para conocer el grado de conservación del aymara. Ella dio como resultado que un 57% de las personas tenía conocimiento de su lenguas nativa, "pero solo un 32% utiliza la lengua en la socialización de sus hijos, lo que significa una pérdida de un 25 % de una generación a otra. Esto es muchísimo más significativo en los valles y costa, llegando a un 50% " (González, op.cit.:34).

El aymara se conserva, por el contrario, en mejores condiciones en el altiplano, donde se registra bilingüismo e, incluso, monolingüismo. En esa zona la socialización primaria se realiza en la 1engua materna y bajo una transmisión valórica básicamente tradicional" (González, op.cit.: 47). Según Mamani, en la zona altiplánica de1 interior de Arica, en escuelas de Caquena, Parinacota y Guallatires, los niños son bilingües en su totalidad "aunque el uso del castellano es deficiente" (Mamani,1982:14).

Se atribuye la pérdida del aymara a varios factores, a saber: la escolaridad, la cual vincula sus hablantes al español, la influencia de éste en las urbes, adonde han emigrado, y la religión cristiana pentecostal, inculcada también en español, tanto oral como escrito

Solo una educación que considere el uso de la lengua aymara podría remediar y, eventualmente, revertir su presente condición precaria.

E1 quechua

El quechua, cuyo verdadero nombre es runasimi ("lengua de seres humanos, gente") ha sido - y sigue siendo - una de las más importantes lenguas de América (para algunos estudiosos se trata de una familia de lenguas). Se calcula su número de hablantes en alrededor de siete millones (Torero, 1983: 61). Se difundió por un vasto territorio - incluso, después de la conquista española -desde el sur de Colombia hasta el norte de Argentina y el centro de Chile. Aunque parte de nuestro territorio estuvo sometida al incanato (de manera efectiva hasta el río Maipo ) , el quechua no logró imponerse. Ademas de 1os topónimos - más abundantes, desde luego, en el norte -atestigua su presencia el léxico que proporcionó al mapuche (por ejemplo, los numerales cien y mil).

Comparativamente, la vigencia del quechua, actualmente, es mínima. Según Lehnert, "en el presente el Quechua es hablado por algunos ancianos en las áreas de Cupo-Turi, y por algunos habitantes en Toconce y Estación San Pedro, como resultado del asentamiento de mano de obra que vive indistintamente en ambos sectores de la línea fonteriza Chile-Bolivia y muy de acuerdo con sus patrones de vida andinos" (Lehnert, 1981: 31). No proporciona información sobre número de hablantes. Luego, habría también hablantes de quechua, igualmente ancianos, en Arica e Iquique. Ellos procederían de Bolivia, llegando a trabajar en las minas y salitreras del norte, a comienzos de este siglo. Posteriormente se radicaron en esas ciudades. No se dispone de mayores antecedentes al respecto.

El atacameño

Los llamados changos fueron pescadores nómades, sin agricultura, que habitaron la costa, desde Arica a Coquimbo. Se conocen aspectos de su cultura (tipo de habitación, arpones, sus balsas confeccionadas con cueros de lobos marinos, etc.).

La lengua de los changos se extinguió, sin dejar -hasta donde se sabe- vestigios.

El atacameño

Esta lengua, ya extinguida es conocida también con las denominaciones de kunza (4) y likan-antai. Las fuentes para su conocimiento son pocas y se reducen fundamentalmente a cinco léxicos recolectados en el siglo pasado (siendo el principal el publicado por Vaisse et al., en 1896), a un vocabulario de voces nuevas y apuntes sobre la lengua incluidos en la obra de Mostny (1954 ) y tres versiones del canto ceremonial talatur (Mostny, 1954; Rodríguez 1991). El material disponible no permite conocer con certeza la estructura del atacameño. Puede presumirse que era también de tipo aglutinate y polisintético. Las traducciones que se han intentado de los textos son -nos parece- poco exactas.

Según Lehnert (1987:104), "Los atacameños se sitúan en la cuenca hidrográfica del Salar de Atacama y sectores adyacentes compuestos por pequeños valles tipo oasis y por ayllos, ubicados al interior de la provincia de El Loa, IIa. Región, Chile. A través de estudios preliminares de toponimia se puede constatar que dicha lengua se encuentra en la Puna de Salta y Jujuy, en la República Argentina y en los sectores fronterizos adyacentes con la República de Bolivia, ubicados al noroeste de la IIa. Región".

Se dispone de algunos datos demográficos sobre la población sobre la población atacameña del pasado. Según Pedro de Lozano, en 1581 había 2000 personas. Posteriormente, en 1839, D'Orbigny informó de la existencia de 7348 atacameños de raza pura, y de 2178 mestizos ( D'Orbigny, op. Cit: 194). Se estima, en la actualidad, una población de aproximadamente 2000 descendientes de atacameños.

A fines del siglo XVIII, la lengua atacameña todavía estaba vigente, y era frecuente el uso de intérpretes. Según R.A. Philippi, en 1853-54 se hablaba en San Pedro de Atacama, Toconao, Soncor, Socaire, etc. (Citado por Lehnert, 1987: 105). A fines del siglo pasado, Vaisse et al. (1896: 10) afirmaron que "los que hoi poseen bien el atacameño, podrían contarse con los dedos, no serán ni dos docenas, i residen dispersos en los lugares de San Pedro, Toconao, Soncor, Camar, Socaire i Peine...".

Transcurrido medio siglo, la Dra. Mostny compribó que los atacameños de Peine solo hablaban español, aunque con un acento extraño. Y agrega: "Con excepción de uno u otro viejo, ya no se habla el idioma con fluidez, pero muchas personas, especialmente las de más edad, poseen todavía un más o menos extenso vocabulario en kunza. Cuando ellos hablan, mezclan el idioma antiguo con el español y hasta emplean formas híbridas que se componen de elementos kunza y españoles" ( Mostny, 1954: 86). Según la misma investigadora, se conservaban textos de otros cantos ceremoniales -además del talatur, relacionado con la limpieza de los canales de riego- con ocasión del convido a la semilla (parcialmente en kunza) y del floramiento o señal del ganado. Sin embargo, nadie entendía los textos completos. "Saben traducir algunas palabras y frases sueltas y algunos saben el texto parcialmente de memoria y lo recitan sin saber lo que significa" (Mostny, op. Cit.: ibid.).

El atacameño dejó de usarse en la comunicación cotidiana, siendo desplazado por el español; sin embargo, "pervive silenciosamente en la toponimia, cantos ceremoniales, fitonimia, artesanía y otros campos semánticos" (Lehnert, op. Cit.: 107).

El diaguita

Esta lengua del norte chico chileno, extinguida, ha sido llamada también, impropiamente kakan (por haber sido relacionada con otra del mismo nombre, hablada en el noroeste argentino. Hipótesis del estudioso R. Schuller).

Los diaguitas -cuyo nombre entronizó el antropólogo R. Latcham- habitaron desde el valle de Copiapó hasta el de Aconcagua ( Ampuero, 1986: 27). Llegaron desde la puna argentina a fines del siglo VII d.C. (Comienzos del período agro-alfarero medio). La población era, en 1535, de aproximadamente 25000 personas. Sin embargo, "a fines del siglo XVI eran unos 1200. Toda la tradición cultural se esfumó; también la lengua, las costumbres y usos sociales, la religión, las vestiduras y las creencias" ( Ampuero, 1986: 27).

Se conoce muchísimo mejor, en comparación, su cultura -por ejemplo, la cerámica, artefactos de cobre, hueso y madera, prácticas mortuorias, etc.- que su lengua. Esta fue hablada en los valles mencionados por Vivar, quien, como ya hemos consignado, alude a la existencia de varias lenguas, algunas de las cuales presentaban pocas diferencias. No podemos abordar ahora la problemática implicada (¿dialectos de una misma lengua?, etc.).

Sorprende -eso sí- que, en el presente, haya tan pocos vestigios de la lengua diaguita en la toponimia. Una investigación realizada por Carvajal (1987), bajo nuestra dirección, mostró -en el valle de Elqui, Coquimbo- un predominio de topónimos quechuas (39,66 %) y mapuches (27,27 %); el porcentaje de topónimos diaguitas corroborados fue solamente de 1.18. Se obtuvo un residuo de topónimos no identificados (23 %), en el cual podría haber diaguitas, pero también de otras lenguas. Su origen no pudo ser aclarado debido al desgaste fonético que, sin duda, han experimentado y -cuestión importante- por la falta de conocimiento de la lengua diaguita.

El mapuche

Denominación, difusión, homogeneidad y carácter polisintético y aglutinante del mapuche

Esta lengua -la que tiene actualmente mayor vigencia en el país- es denominada por sus usuarios, en distintos lugares y situaciones mupudungu ("lengua de la tierra"), mapudungun ("habla de la gente"), paisano y lengua. El primero de estos nombres es más general.

Desde el comienzo de la conquista y durante la colonia llamó la atención de quienes la conocieron, su vasta área de difusión, desde Coquimbo hasta Chiloé y de cordillera a mar, como también su notable homogeneidad. Así, el P. de Valdivia -autor de la primera gramática del mapuche ( Lima, 1606)- destaca, entre sus ventajas, que "solo ella corre desde la ciudad de Coquimbo y sus terminos hasta las yslas de Chilue y mas adelante, por espacio de casi quatrocientas leguas de Norte a Sur que es la longitud del Reyno de Chile y desde el pie de la Cordillera grande neuada, hasta la mar, que es el ancho de aquel reyno, por espacio de veynte leguas: porque aunque en diuersas prouincias destos Indios ai algunos vocablos diuersos, y assi los preceptos y reglas desta Arte [gramática] son generales para todas las Prouincias" ( de Valdivia, 1887: Al Lector). Con posterioridad, el bate Juan I. Molina destacó igualmente su gran difusión y, particularmente, la ausencia de dialectos muy diferenciados. "Es muy similar, sin embargo, que la misma [lengua] no haya producido ningún dialecto particular, después de haberse propagado por un trecho de más de 1200 millas entre tantas tribus no subordinadas unas a otras, y privadas de todo intercambio literario. Los Chilenos situados hacia el grado 24 de latitud la hablan del mismo modo que los otros nacionales situados cerca del grado 45. Ella no ha experimentado ninguna alteración notable entre los Isleños, los Montañeses y los Llanistas. Solamente los de Boroa y los de Imperial cambian a menudo la r

en s" ( Molina, 1787: 305). En época más reciente, el Dr. Rodolfo Lenz consideró, por su parte, insignificantes las diferencias dialectales del mapuche ( Lenz, 1895-1897: XXII).

También han puesto de relieve estudiosos antiguos y modernos la regularidad de su estructura gramatical.

El mapuche es tipológicamente -como otras lenguas de Amércica, aunque en distinto modo- polisintético y aglutinante, de tendencia sufijadora. En él suelen formarse palabras complejas que equivalen a oraciones en español, constituidas por varios -incluso, muchos - elementos (morfemas), con significado léxico (raíces) y gramatical (persona, tiempo, modo,etc.), distribuidos jerárquicamente, fácilmente reconocibles y segmentables. Tales elementos constituyentes se unen y se sustituyen de manera expedita, según lo que se desee experesar. He aquí un par de ejemplos:

Feypipalay (5): "(El, ella) no vino a decir". ".

Awarkudekefun (6): "(Yo) acostumbraba jugar a las habas [ahora, no] (juego tradicional mapuche).

El verbo es, en la estructura de esta lengua, la parte más importante. No solo son susceptibles de verbalizarse los sustantivos y adjetivos, sino también los adverbios, los pronombres interrogativos y los numerales. Es característico, además, la llamada "incorporación", la cual consiste en insertar (incorporar), en una forma verbal, una (o más de una) palabra, como en katrümamüllmean, "iré a cortar leña". En este ejemplo mamüll -sustantivo que significa "leña" - está "incoporado", y expresa el objeto o complemento directo de la acción (katrü -, "cortar") que realiza el sujeto.

El mapuche es, desde luego, tan apto como cualquier otro idioma Para la creación, expresión y transmisión , sincrónica y diacrónica, de la cultura de sus usuaruios.

Subgupos mapuches. Situación en el pasado y en el presente.

Dentro de la etnia mapuche residente en Chile se han distinguido tradicionalmente - por parte de los estudiosos de los aborígenes - cuatro subgrupos principales, cuya suerte, en el transcurso de cuatro siglos y medio, ha sido diversa. Con ellos se relacionan formas dialectales del mapuche.

Los picunches, o "gente del norte."

Los picunches (de piku, pikun, pikum "norte" y che "gente") poblaban el territorio desde Coquimbo (río Choapa) hasta los ríos Itata y Biobío, y desde la región subandina hasta la costa. Este conglomerado no sobrevivió. Dan testimonio de su presencia en el pasado numerosos topónimos, como por ejemplo Tongoy, Batuco, Melipilla, Peñalolén, Rengo, Pichilemu, Curicó, etcétera.

Los araucanos.

Los araucanos (de raq "greda" y ko "agua" y la preposición española a. Según el P. Havestadt [op. cit. ll: 768], cuando se preguntaba a los españoles adónde iban, respondían: a Rauco) -con los cuales se ha identificado, por la obra del poeta guerrero Alonso de Ercilla y Zúñiga, a toda la etnia- habitaban el territorio comprendido entre los ríos Itata y Biobío, por el norte, y Toltén, por el sur. Fueron llamados por los pehuenches (y todavía hoy, por algunos de ellos) y mapuches de Argentina moluches, "gente del occidente, de donde se pone el sol" (de mulu o molu, ngulu o ngolu "occidente, donde se pone el sol" y che "gente" (7). Este subgrupo araucano, que opuso una tenaz resistencia al poder español, ha sobrevivido y es, en el presente, el más numeroso. Se lo encuentra en las provincias de Arauco (VIII Región), Malleco y Cautín (IX Región). La mayor parte de la población habita en las dos últimas provincias.

Los pehuenches o "gente de los pinos ".

Los pehuenches (de pewen "pino" [Araucartia imbricata] y che "gente") ocupaban originalmente, según Latcham (1928) las faldas orientales de la cordillera, desde la altura de Chillán hasta Antuco. Era un conglomerado nómade, racial y lingüísticamente diferente del mapuche, que subsistía de la caza y recolección. "Posteriormente tribus de ellos se establecieron en los valles y faldas occidentales, hasta el nacimiento del río Biobío, donde los hallamos durante la segunda mitad del siglo XVII, ocupando todo el alto valle, desde Santa Bárbara" (Latcham, 1928: 149). El P. Diego de Rosales alude en su obra Historia General del Reino de Chile (terminada en 1774 y publicada, por primera vez, en 1877) a la denominación pehuenche, por alimentarse los indígenas del abundante fruto del árbol pewen (el piñón se denomina ngülliw) . En la actualidad existen dos sectores pehuenches uno del norte, que comprende las comunidades del Alto Biobío y de Lonquimay, y uno del sur, que se extiende desde la laguna Icalma hasta el lago Panguipulli. Las comunidades pehuenches se ubican en la VIII y IX Regiones.

Los huilliches o "gente del sur".

Los huilliches (de willi "sur" y che "gente") habitaron el territorio comprendido entre el río Toltén (o el Quepe, o el Calle-Calle) y el Golfo de Corcovado, incluida la isla de Chiloé. En el presente aparecen muy disminuidos respecto del pasado. Se los encuentra desde el lago Ranco hasta la isla de Chiloé, pero en forma discontinua. En la provincia de Valdivia hay todavía algunas comunidades, como Isla Huapi, Pitriu, Maihue, Carimallín y Repumeica; en la provincia de Osorno, San Juan de la Costa y Río Blanco; en la isla de Chiloé, Coihuín, Guapulli, Huequetrumao e Incopulli de Yaldad (Álvarez - Santullano, 1992: 61). Dannemann y Valencia (1989: 22) mencionan tres localidades cerca de Quellón, a saber, Compu, Chadmo y Huildad. Ésta parece ser la localidad más austral donde sobreviven huilliches (Lat.43º 40' y Lon. 73º 34') .

Por último, hay que considerar a los numerosos mapuches que han emigrado a las ciudades -buscando mejores expectativas de trabajo-, sobre todo a Concepción y a Santiago. En ésta residen actualmente importantes grupos de personas, en las comunas de Pudahuel, Renca, Cerro Navia, Macul y otras.

En cuanto al número de mapuches que poblaban el territorio a la llegada de los españoles, no es posible dar cifras exactas. Sin embargo, se estima que era de, aproximadamente, un millón de habitantes. Alrededor de medio millón se encontraba en la que ahora se llama Región de la Araucanía. La población era más densa al sur del río Itata. "Una de las mayores concentraciones estaba en la que hoy es la provincia de Arauco, esto es, en la falda marítima de la cordillera de Nahuelbuta, y también en su falda oriental, hacia los llanos centrales. Sin embargo, las planicies y llanos, generalmente cubiertos de bosques, eran de menor densidad" ( Bengoa, 1991: 16).

Para el presente se da la cifra de, aproximadamente, medio millón de mapuches. Según el Censo de reducciones indígenas seleccionadas:-análisis sociodemográfico (1988), el 80% de ellos habita en la IX Región. La mayor parte de la población mapuche es campesina. Los pehuenches y huilliches son comparativamente minoritarios. Por ejemplo, la población pehuenche del Alto Biobío es sólo de 4.000-4.500 personas. En cuanto a los mapuches residentes en Santiago, su número puede ser superior a 100 mil.

Situación de la lengua mapuche en el presente

Respecto del número de mapuches que todavía conservan su lengua, no hay estadísticas. Hay situaciones diferentes. Así, si se trata del huilliche, según Álvarez-Santullano (op. cit.: 62) "La lengua nativa es aún utilizada como medio de comunicación en algunas escasas ocasiones y por algunos ancianos en isla Huapi y en San Juan de la Costa, mientras sólo una familia (cuyos componentes son de edad avanzada) parece emplearla en el sector de Catrihuela (costa Río Blanco) y prácticamente está ausente, al menos como medio de comunicación, en Pitriuco, Maihue y Carimallín y en las comunidades de Chiloé". En el Alto Biobío, por el contrario, la mayoría de las personas la conserva y la emplea sin inhibiciones frente a forasteros. Es cierto -eso sí- que ya se aprecia una pérdida de la lengua en los niños y jóvenes. No pocos pehuenches sienten orgullo y hasta obligación de hablarla (por ejemplo, el longko [cacique] de una comunidad), sobre todo cuando se celebra el ngillatun ("rogativa"). Un gran ngenpin ("dueño de la palabra") de Cauñicú, decía, con énfasis: Ngütramkaliiñ kamarikun mu, re ta mapudungolu inchiñ, ká kewün no!' o sea, "cuando conversemos en la rogativa, nosotros hablaremos sólo mapuche ¡ otra lengua, no !".

Sin duda, el mayor número de hablantes se da dentro del subgrupo araucano, cuya variedad de lengua ha sido más estudiada y es, por lo tanto, mejor conocida.

El apego a su lengua por parte de la mayoría de los mapuches debe haber motivado el no cumplimiento de una predicción del Dr. Rodolfo Lenz: "Dentro de cincuenta años, el último descendiente de esta valiente estirpe en la ladera occidental de los Andes habrá abandonado su traje y su lengua nacionales" ( Lenz, 1940: 257. Escrito en 1893). Ello no ha ocurrido, a pesar de las condiciones difíciles -o francamente adversas- en que ha debido desenvolverse la etnia mapuche.

Las lenguas fuéguidas

Son tres lenguas: el selk 'nam u ona, el yagán o yámana y el kawésqar o alacalufe. Sus hablantes han habitado la Patagonia occidental y la Región de los Canales australes (actual XII Región), desde una época remota. Hasta donde se tiene conocimiento, nunca fueron muy numerosos. A partir de 1880 comenzaron a disminuir en forma notoria, tanto por enfermedades como por la acción depredadora del hombre blanco. Al respecto, se ha denunciado genocidio, por ejemplo, por el P. Martín Gusinde, quien convivió con ellos -entre los años 1918 y 1924- y describió, a base de observación participante, sus culturas. Las lenguas fueguinas eran mutuamente ininteligibles. No se ha comprobado una relación genealógica entre ellas.

El selk'nam

Los hablantes de esta lengua habitaron la isla Grande de Tierra del Fuego. Fueron cazadores nómades. Se los conoce también con el nombre de onas. Según Gusinde (1982, I: 112), es una palabra yámana (yagán) que significa "hacia el norte, al norte, en el norte". Los selk'nam fueron los primeros en sucumbir ante el impacto de la cultura foránea. Hacia 1880 eran aproximadamente 4.000. En 1919 Gusinde contó 279, "sin tomar en cuenta los mestizos"; en 1931 había solamente 84, "en condiciones lamentables" (op. cit.: Prólogo a la edición austríaca). En 1946 quedaban, según Lipschütz y Mostny, alrededor de 40. En 1980 había, según Chapman, sólo dos descendientes directos de selk'nam.

Tocante al uso de la lengua, cuando el P. Gusinde los visitó todavía era hablada corrientemente. Dos décadas después la situación había cambiado. Según Lipschütz y Mostny, de diez niños mestizos, ninguno hablaba la lengua. Y agregan: "De los adultos y en especial de la gente de más edad, una parte habla o entiende el idioma indígena. Sin embargo, aun para ellos el idioma que usan con mayor frecuencia es el castellano. En cuanto a los ona se puede hablar de un abandono casi completo de su propio idioma" (op. cit.:23-24).

En la actualidad el selk'nam está completamente extinguido.

El yagán

Sus hablantes poblaron los archipiélagos del extremo sur del continente, desde la Península de Brecknock hasta el Cabo de Hornos. Se los encontraba en la costa meridional de la isla Grande de Tierra del Fuego y en las islas Hoste, Navarino, Pickton y Wollaston. La etnia es conocida también con el nombre de yámana -el cual le fue dado por Gusinde-, cuyo significado sería "ser humano", "persona", "pueblo" (8). En la actualidad, "los últimos descendientes de estos canoeros australes viven en la caleta de Ukika, a orillas del canal Beagle, a un kilómetro aproximadamente de Puerto Williams (55º 05' Lat. sur, 67º 40' Long. oeste)". ( Guerra, 1988-1991: 139). También la población yagán experimentó una disminución irreversible, sobre todo a partir de 1885, cuando fue víctima de una epidemia de rubéola. En 1829 eran alrededor de 3.000; en 1885, 490 y, en el presente, sobreviven cuatro mujeres, "de las cuales sólo tres son yagán puras y una es un caso de mutación étnica yagán-qawasqar. Sólo tres de ellas mantienen la práctica de su lengua. La descendencia actual es mestiza..." (Guerra, op. cit.: 140).

Cuando la Dra. Mostny los visitó (1946), todos los yagán (unos 70), adultos y niños, hablaban su lengua y el español con igual perfección. Empleaban esta última sólo con sus patrones blancos y, en general, con personas de afuera que no conocían. "Pero entre sí continúan hablando yámana. Se puede decir que los yámanas son un pueblo bilingüe. Aparte de esto, quiero dejar constancia -agrega- de que los yámanas son un pueblo sumamente dotado para idiomas. De un total de 19 adultos, 13 hablan dos idiomas: yámana y castellano, 5 hablan tres idiomas: yámana, castellano e inglés, u ona; una mujer de 75 años hablaba cuatro idiomas: yámana, castellano, inglés y ona" ( Lipschütz y Mostny, op. cit.: 24).

Sin embargo, 27 años después (1973) la situación era diferente. Según Ortiz, el yagán se encontraba en proceso de extinción, "ya que las generaciones recientes la manejan [la lengua] imperfectamente y no demuestran mayor interés en profundizar su conocimiento, actitud completamente comprensible tratándose de un grupo extremadamente reducido donde la lengua es el único vestigio de un pasado cultural por el que no sienten ninguna estimación especial. Hacia el futuro el conocimiento o desconocimiento de ella no significará tampoco una variación de perspectivas" ( Ortiz, 1973: 100).Y concluye: "El yámana está relegado a la comunicación de los mayores -ni siquiera en forma permanente- y puede ser comprendido parcialmente por algunos jóvenes que están muy lejos de poder expresarse correctamente en él" (Ortiz, op. cit.: Ibid.). En todo caso, según ese investigador, la lengua era el único rasgo cultural autóctono de importancia que, hasta entonces, sobrevivía, aunque en franco retroceso.

Dado el exiguo número de personas que todavía conocen el yagán, y cuya práctica es, en verdad, ocasional y esporádica ( Salas y Valencia, 1990: 148), puede considerárselo extinguido.

El kawesqar

Los kawesqar -conocidos comúnmente con el nombre de alacalufes (9) habitaron, en el pasado, la Región de los Canales, más exactamente, desde la entrada sur del canal Sarmiento hasta las costas meridionales del golfo de Penas. Han sido llamados ''nómades del mar" (por J. Emperaire) y subsistido de la pesca, de la recolección de mariscos v de la caza. En 1936 se radicaron en Puerto Edén (49º 08'20" Lat. sur,74º 27' 10" Long. oeste), en la isla Wellington. También su número ha disminuido progresivamente. Gusinde (1991: 129) estimó que, a mediados del siglo XIX, la población era de 4.500 personas; en 1924 registró entre 245 y 250, "incluyendo a los no pocos mestizos". En 1946 constituían el grupo más numeroso: alrededor de 100 ( Lipschütz y Mostny, op. cit.: 24). Desgraciadamente, en 1948 los afectó una grave epidemia. Seguramente debido a ello, en 1954 eran solamente 61 (según Emperaire-Laming, citado por Gusinde, 1991: Ibid. ) . Según Aguilera -el mejor conocedor de la etnia y de su lengua- viven actualmente, en Puerto Edén, 15 personas que pueden considerarse racialmente puras. Algunos kawesqar residen en Punta Arenas y, un par de jóvenes, en Santiago (Aguilera, comunicación personal).

Tocante a la vigencia de la lengua kawesqar, la Dra. Mostny consignó que, entonces, los aborígenes hablaban casi exclusivamente en ella. "Con excepción de su jefe, que domina el castellano como cualquier extranjero de otra extracción lingüística, la mayoría de los alacalúf hemos podido examinar necesitaban a un intérprete cuando se les hablaba en castellano" ( Lipschütz y Mostny, op. cit.: Ibid.) . Tres décadas después la situación era diferente. Según Aguilera (1978: 21 ), "La presencia de grupos no autóctonos en contacto permanente con los indígenas impuso el uso del español, contribuyendo al desarrollo del bilingüismo, con una restricción notoria de la lengua materna. Ya los indígenas utilizan su lengua exclusivamente cuando no están en presencia de la comunidad no autóctona, aun ante aquellos que se han integrado al grupo por matrimonio". La mayor parte de la población no autóctona de Puerto Edén procede de Chiloé y se comunica solamente en español con ellos.

El kawesqar -lengua polisintética y aglutinante- se encuentra a punto de extinguir.

El chono

Cabe considerar, por último -dentro de las lenguas aborígenes de Chile continental- al problemático chono, de cuya existencia incluso se ha dudado. La etnia -conocida por los españoles desde 1553- habitó el territorio comprendido entre las islas Guaytecas y la península de Taitao, el golfo de Penas y las islas Guayenecos. Fue la menos numerosa (alrededor de 1.000 personas), nómade, dedicada principalmente a la pesca, a la caza de lobos marinos y a la recolección de mariscos. Para llevar a cabo esas actividades emplearon un tipo de embarcación desarmable, llamada dalca (Aspillaga (10) comunicación personal) . Aunque las fuentes disponibles son pocas, nos permiten conocer sus características etnográficas, en el pasado.

De ellas pueden mencionarse, por ejemplo, la descripción de sus costumbres y modos de vida que dejó el escribano M. de Goicueta, miembro de la expedición de Juan Ladrillero y Francisco Cortés Ojeha (1557-1558), cuyo objetivo era reconocer las costas australes, y la obra del inglés, J. Byron, (11) marino de la escuadra de Lord Anson, cuyo navío -el Wager- naufragó, en 1741, en las islas Guayenecos. También es importante el Diario del P.J. García (12). A mediados del siglo XIX los chonos dejan de ser mencionados.

La lengua de los chonos permanece desconocida. Sólo habrían quedado seis palabras, tres en la obra de Fitz-Roy (13) y tres en el Diario del P. García, respectivamente ( Loukotka, op. cit.:44). Según A. Chamberlain (1913) fue una lengua independiente; según R. Lehmann-Nitsche (1914), perteneció a la familia chon (propuesta por él mismo); P. Rivet (1924) la incluyó en una familia alikulip; Loukotka (op. cit.:Ibid.) en un stock (tronco) aksanás (junto con el "kaueskar or aksanás..."). Según Aguilera, formaría parte -considerando su situación geográfica- de las lenguas fuéguidas (comunicación personal) .

Algunos estudiosos han atribuido origen chono a topónimos que existen en Chiloé, entre los cuales figuran aquellos terminados en -ec (-ek), -ac (-ak), a saber: islas Laitec, Chaulinec, Quenac, Cahuac, Isquiliac; costas de Ichoac, Auchac, etc. (véase Cañas P., 1911, Ibar, 1960).

La lengua de los chonos se extinguió hace ya mucho tiempo.

El rapanuí

El rapanuí o pascuense, pertenece al subgrupo polinésico de la gran familia de lenguas austronésicas. Es, por consiguiente, extracontinental, y difiere tanto de las lenguas amerindias de nuestro país como del español. Su estructura es comparativamente sencilla. Según Gómez M. (1978: 480-481), en esta lengua "un mismo elemento morfológico puede cumplir, sin alteración formal, diferentes funciones tales como sustantivo, adjetivo, verbo. Las categorías gramaticales de género, número, tiempo, se expresan con partículas invariables antepuestas o pospuestas a manera de prefijos y sufijos separados del elemento base". El rapanui sólo se utiliza oralmente y en forma limitada. Es la lengua del hogar, de la calle, de los recreos y "su uso se reduce a las relaciones intercomunitarias de los nativos pascuenses. La lengua pascuense se caracteriza por la privacidad de su uso y por su enclaustramiento" (Gómez M., op. cit.: 482). Según datos recientes, la población autóctona es de 1.800 personas. A ella se agregan 400 continentales. Los pascuenses son todos bilingües. El español se aprende más bien por necesidad.

Desde 1976 se imparte enseñanza en rapanuí, en los seis primeros años de la Educación General Básica. También desde ese año existe un Programa de Investigación de la Lengua y Cultura Rapanuí, a cargo de la Universidad Católica de Valparaíso y del Instituto Lingüístico de Verano, de los Estados Unidos, el cual ha originado la publicación de varios textos para la enseñanza de la lengua nativa.

Sólo el futuro dirá si esta lengua, como también el resto de la cultura de la isla de Pascua, podrá resistir las presiones de otras lenguas y culturas foráneas más poderosas.

De la presente exposición se puede concluir, pues, que la mayoría de las lenguas aborígenes de Chile no ha logrado sobrevivir, habiéndose extinguido o estando por extinguirse. Sin embargo, aun así, han contribuido, en mayor o menor medida, al patrimonio cultural del país, aunque haya sido sólo con algún elemento léxico o topónimo.

Al finalizar, deseo recordar las palabras del cacique Ramón Painemal, pronunciadas cuando el Dr. Rodolfo Lenz lo interrogó acerca de la literatura oral de su pueblo: Avlayai mapuchedungu: "no se acabará la lengua y la cultura de los mapuches . Y yo, en esta ocasión, agrego -teniendo presentes a las demás lenguas y culturas aborígenes de Chile-: Felepe may!: "¡Que así sea!

* Este texto forma parte del discurso de Incorporación del autor a la Academia Chilena de la Lengua, que será publicado en el Boletín de la Academia Chilena de la Lengua no. 71, 1993-94.